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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES  •  ANTONIO DURÁN RUIZ      249






           que retozaba a su gusto el hijo de la pampa, si no tal cual fuera jamás en la realidad, por lo
           menos como lo habían compuesto y ‘convencionalizado’ cincuenta años de mala literatura”.

                Hasta aquí, Groussac. Nadie ignora que ese docto escritor creía obligatorio el desdén

           en su trato con meros sudamericanos; en el caso de Estanislao del Campo (a quien inmedia-

           tamente después llama “payador de bufete”), agrega a ese desdén una impostura o, por lo

           menos, una supresión de la verdad. Pérfidamente lo define como empleado público; minu-

           ciosamente olvida que se batió en el sitio de Buenos Aires, en la batalla de Cepeda, en Pavón

           y en la revolución del 74. Uno de mis abuelos, unitario, que militó con él, solía recordar que

           del Campo vestía el uniforme de gala para entrar en batalla y que saludó, puesta la diestra en

           el quepí, las primeras balas de Pavón.
                El Fausto ha sido muy diversamente juzgado. Calixto Oyuela, nada benévolo con los es-

           critores gauchescos, lo ha calificado de joya. Es un poema que, al igual de los primitivos, podría

           prescindir de la imprenta, porque vive en muchas memorias. En memorias de mujeres, sin-

           gularmente. Ello no importa una censura; hay escritores de indudable valor —Marcel Proust,

           D. H. Lawrence, Virginia Woolf— que suelen agradar a las mujeres más que a los hombres...

           Los detractores del Fausto lo acusan de ignorancia y de falsedad. Hasta el pelo del caballo del

           héroe ha sido examinado y reprobado. En 1896, Rafael Hernández —hermano de José Her-
           nández— anota: “Ese parejero es de color overo rosado, justamente el color que no ha dado

           jamás un parejero, y conseguirlo sería tan raro como hallar un gato de tres colores”; en 1916

           confirma Lugones: “Ningún criollo jinete y rumboso como el protagonista, monta en caballo

           overo rosado: animal siempre despreciable cuyo destino es tirar el balde en las estancias, o

           servir de cabalgadura a los muchachos mandaderos”. También han sido condenados los versos

           últimos de la famosa décima inicial:











                                                                Universidad Autónoma de Chiapas
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