Page 258 - BORGES INTERACTIVO
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Se advierte que en octubre o noviembre de 1872, Hernández estaba tout sonore encoré
de los versos que en junio del mismo año le dedicó el amigo Lussich. Se advertirá también la
concisión del estilo de Hernández, y su ingenuidad voluntaria. Cuando Fierro enumera: hijos,
hacienda y mujer, o exclama, luego de mencionar unos tientos:
¡El que hoy tan pobre me vea
tal vez no creerá todo esto!
sabe que los lectores urbanos no dejarán de agradecer esas simplicidades. Lussich, más espon-
táneo o atolondrado, no procede jamás de ese modo. Sus ansiedades literarias eran de otro
orden, y solían parar en imitaciones de las ternuras más insidiosas del Fausto:
Yo tuve un nardo una vez
y lo acariciaba tanto
que su purísimo encanto
duró lo menos un mes.
Pero ¡ay! una hora de olvido
secó hasta su última hoja.
Así también se deshoja
la ilusión de un bien perdido.
En la segunda parte, que es de 1873, esas imitaciones alternan con otras facsimilares del Mar-
tín Fierro, como si reclamara lo suyo don Antonio Lussich.
Huelgan otras confrontaciones. Bastan las anteriores, creo, para justificar esta conclusión:
los diálogos de Lussich son un borrador del libro definitivo de Hernández. Un borrador incon-
tinente, lánguido, ocasional, pero utilizado y profético.
Universidad Autónoma de Chiapas