Page 262 - BORGES INTERACTIVO
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No necesito restaurar la perdurable escena: el hombre sale de matar, resignado. El mis-
mo hombre que después nos quiere servir esta moralidad:
La sangre que se derrama
no se olvida hasta la muerte.
La impresión es de tal suerte
que a mi pesar, no lo niego,
cái como gotas de juego
en la alma del que la vierte.
La verdadera ética del criollo está en el relato: la que presume que la sangre vertida no es
demasiado memorable, y que a los hombres les ocurre matar. (El inglés conoce la locución kill
his man, cuya directa versión es matar a su hombre, descífrese matar al hombre que tiene que
matar todo hombre.) “Quién no debía una muerte, en mi tiempo” le oí quejarse con dulzura una
tarde a un señor de edad. No me olvidaré tampoco de un orillero, que me dijo con gravedad:
“Señor Borges, yo habré estado en la cárcel muchas veces, pero siempre por homicidio”.
Arribo, así, por eliminación de los percances tradicionales, a una directa consideración
del poema. Desde el verso decidido que lo inaugura, casi todo él está en primera persona:
hecho que juzgo capital. Fierro cuenta su historia, a partir de la plena edad viril, tiempo en
que el hombre es, no dócil tiempo en que lo está buscando la vida. Eso algo nos defrauda: no
en vano somos lectores de Dickens, inventor de la infancia, y preferimos la morfología de los
caracteres a su adultez. Queríamos saber cómo se llega a ser Martín Fierro...
¿Qué intención la de Hernández? Contar la historia de Martín Fierro, y en esa historia, su
carácter. Sirven de prueba todos los episodios del libro. El cualquiera tiempo pasado, normal-
mente mejor, del canto II, es la verdad del sentimiento del héroe, no de la desolada vida de las
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