Page 481 - BORGES INTERACTIVO
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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES • ANTONIO DURÁN RUIZ 481
BORGES: LA PLATA DEL RÍO
Cuando lo leí por primera vez, en Buenos Aires, y yo sólo tenía quince años de edad, Borges
me hizo sentir que escribir en español era una aventura mayor, e incluso un mayor riesgo, que
escribir en inglés. La razón es que el idioma inglés posee una tradición ininterrumpida, en tanto
que el castellano sufre de un inmenso hiato entre el último gran poeta del Siglo de Oro, que
fue una monja mexicana del siglo XVII, sor Juana Inés de la Cruz, y el siguiente gran poeta, que
fue Rubén Darío, un nicaragüense andariego de fines del siglo XIX; y una interrupción todavía
más grande entre la más grande novela, la novela fundadora del Occidente, Don Quijote, y los
siguientes grandes novelistas, Galdós y Clarín, en el siglo XIX.
Borges abolió las barreras de la comunicación entre las literaturas, enriqueció nuestro
hogar lingüístico castellano con todas las tesorerías imaginables de la literatura de Oriente
y Occidente, y nos permitió ir hacia adelante con un sentimiento de poseer más de lo que
habíamos escrito, es decir, todo lo que habíamos leído, de Homero a Milton y a Joyce. Acaso
todos, junto con Borges, eran el mismo vidente ciego.
Borges intentó una síntesis narrativa superior. En sus cuentos, la imaginación literaria se
apropió de todas las tradiciones culturales a fin de darnos el retrato más completo de todo lo
que somos, gracias a la memoria presente de cuanto hemos dicho. Las herencias musulma-
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