Page 484 - BORGES INTERACTIVO
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               escribe esta célebre página, “Borges y yo”, el otro Borges es otro autor —la tercera persona,
               él— pero también es otro lector —la primera persona, yo— y el apasionado producto de esta

               unión sagrada a veces, profana otras: Tú, Lector Elector.

                    De esta genealogía inmensamente rica de Borges como poeta, soñador, metafísico, do-

               ble, viajero temporal y poeta, escogeré ahora el tema más humilde del libro, el pariente pobre

               de esta casa principesca: Borges el escritor argentino, el escritor latinoamericano, el escritor

               urbano latinoamericano. Ni lo traiciono ni lo reduzco. Estoy perfectamente consciente de que

               quizás otros asuntos son más importantes en su escritura que la cuestión de saber si en efecto

               es un escritor argentino, y de ser así, cómo y por qué.

                    Pero toda vez que se trata de un tema que preocupó al propio Borges (testigo: su céle-
               bre conferencia sobre “El escritor argentino y la tradición”) quisiera acercarme, de pasada, a

               Borges hoy, cuando los linajes más virulentos del nacionalismo literario han sido eliminados

               del cuerpo literario de la América Latina, a través de unas palabras que él escribió hace unos

               cincuenta años: “Todo lo que hagamos con felicidad los escritores argentinos pertenecerá a la

               tradición argentina”.

                    En Argentina, circundado por la llanura chata e interminable, el escritor sólo puede evo-

               car el solitario ombú. Borges inventa por ello un espacio, el Aleph, donde pueden verse, sin
               confundirse, “todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos”.

                    Yo puedo hacer lo mismo en la capilla indobarroca de Tonantzintla, sin necesidad de es-

               cribir una línea. Borges debe inventar el jardín de senderos que se bifurcan, donde el tiempo

               es una serie infinita de tiempos. Yo puedo mirar eternamente el calendario azteca en el Museo

               de Antropología de la Ciudad de México hasta convertirme en tiempo —pero no en literatura.














                             Universidad Autónoma de Chiapas
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