Page 319 - BORGES INTERACTIVO
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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES • ANTONIO DURÁN RUIZ 319
Nada tiene de extraño tanta belleza desparramada por diversos idiomas. Mi maestro,
el gran poeta judeo—español Rafael Cansinos—Asséns, legó una plegaria al Señor en la que
dice “Oh, Señor, que no haya tanta belleza”; y Browning: “Cuando nos sentimos más seguros
ocurre algo, una puesta de sol, el final de un coro de Eurípides, y otra vez estamos perdidos.”
La belleza está acechándonos. Si tuviéramos sensibilidad, la sentiríamos así en la poesía
de todos los idiomas.
Yo debí estudiar más las literaturas orientales; sólo me asomé a ellas a través de traduc-
ciones. Pero he sentido el golpe, el impacto de la belleza. Por ejemplo, esa línea del persa
Jafez: “vuelo, mi polvo será lo que soy.” Está en ella toda la doctrina de la trasmigración: “mi
polvo será lo que soy”, renaceré otra vez, otra vez, en otro siglo, seré Jafez, el poeta. Todo
esto dado en unas pocas palabras que he leído en inglés, pero no pueden ser muy distintas
del persa.
Mi polvo será lo que soy es demasiado sencillo para haber sido cambiado.
Creo que es un error estudiar la literatura históricamente, aunque quizá para nosotros,
sin excluirme, no pueda ser de otro modo. Hay un libro de un hombre que para mí fue un
excelente poeta y un mal crítico, Marcelino Menéndez y Pelayo, que se titula Las cien mejores
poesías castellanas. Encontramos ahí: “Ande yo caliente, y ríase la gente.” Si ésa es una de las
mejores poesías castellanas, nos preguntamos cómo serán las no mejores. Pero en el mismo
libro encontramos los versos de Quevedo que he citado y la “Epístola” del Anónimo Sevillano
y tantas otras poesías admirables. Desgraciadamente no hay ninguna de Menéndez y Pelayo,
que se excluyó de su antología.
La belleza está en todas partes, quizá en cada momento de nuestra vida. Mi amigo Roy
Bartholomew, que vivió algunos años en Persia y tradujo directamente del farsí a Ornar Jaiam,
Universidad Autónoma de Chiapas