Page 473 - BORGES INTERACTIVO
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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES • ANTONIO DURÁN RUIZ 473
O si no, simplemente prólogos sinceros, pero no demasiado bien escritos, o no demasiado
reflexivos sino simplemente elogiosos de un libro. Entonces, yo dejé que mi sobrino eligiera
los textos.
—No obstante, puede decirse que nadie ha tenido su generosidad en cuanto a prologar a jóvenes
escritores o a escritores aún no conocidos.
—Prologué por ejemplo, el primer libro de Norah Lange. No sé si el primer libro merece ser
releído, pero Norah Lange publicó después Cuadernos de infancia, que es un hermoso libro
de recuerdos de su infancia en Mendoza.
—Entre sus prólogos seleccionados, tenemos el que usted le ha hecho a Pedro Henríquez Ureña,
por ejemplo, en el que se aprecia claramente todo su afecto por él, toda su admiración, y todo lo
que usted descubre a través del afecto.
—Sí, tengo el mejor de los recuerdos de Henríquez Ureña y quizá... bueno, pero eso me
sucede con Macedonio Fernández también: quizá recuerde más su diálogo, o su presencia,
que es una forma de diálogo, que lo que escribieron, ¿no? Pero los grandes maestros de la
humanidad han sido maestros orales.
—Como usted dice, aquellos que dieron su medida en el diálogo.
—Sí, Pitágoras deliberadamente no escribía, porque él quería, supongo, que su pensamiento
siguiera ramificándose en sus discípulos. Ahora, aquella frase —el griego es mi latín, la cito en
latín— Magister dixit (El maestro lo dijo), no implica una autoridad rígida, al contrario: cuando
los discípulos modificaban la enseñanza de Pitágoras, o, valdría decir, seguían prolongando
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