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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES • ANTONIO DURÁN RUIZ 469
Ibarra, dijo: “Destiempo..., ¡más bien contratiempo!” (ríen ambos), refiriéndose al contenido
de la revista Contretemps, sí.
—Murena se refería al tiempo del artista o del escritor como al tiempo eterno del alma, contra-
poniéndolo a lo que él llamaba: “El tiempo caído de la historia”.
—Sí, quizás uno de los mayores errores, de los mayores pecados de nuestro siglo, es esa im-
portancia que le darnos a la historia. Eso no ocurría en otras épocas. En cambio, ahora parece
que uno vive un poco en función de la historia. Por ejemplo, en Francia, donde, claro, los fran-
ceses son muy inteligentes, muy lúcidos, les gustan mucho los cuadros sinópticos; bueno, el
escritor escribe en función de su tiempo, y se define, digamos, como un hombre de tradición
católica, nacido en Bretaña, y que escribe después de Renán y contra Renán, por ejemplo. El
escritor está haciendo su obra para la historia, en función de la historia. En cambio, en Ingla-
terra no, eso se deja para los historiadores de la literatura. Bueno, claro, como dijo Novalis:
“Cada inglés es una isla”, es decir, cada inglés está aislado —exactamente en la etimología de
“isla”— y entonces escribe más bien en función de su imaginación, o de sus recuerdos, o de lo
que fuere. Y no piensa en su futura clasificación en los manuales de la historia de la literatura.
—Pero, todo coincide con lo que usted dice: Murena sostenía que la servidumbre al tiempo por
parte de los hombres, nunca ha sido peor que en este momento de la historia, que en esta época.
—Sí, bueno, uno de los que señalaron el hecho de que nuestra época es ante todo histórica,
fue Spengler. En La decadencia de Occidente él señala que nuestra época es histórica. La gente
se propone escribir en función de la historia. Con su obra casi prevé —un escritor casi pre-
vé— el lugar que va a ocupar en los manuales de la historia de la literatura de su país.
Universidad Autónoma de Chiapas