Page 405 - BORGES INTERACTIVO
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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES • ANTONIO DURÁN RUIZ 405
Esta tradición exige que se tienda un velo sobre las últimas verdades, y Borges, un hom-
bre gárrulo, cumplió a un cierto nivel con el mandamiento. Desde sus primeras obras fue
enigmático y contradictorio. Uno de sus tempranos ensayos está encabezado por una cita de
Thomas De Quincey que expresa plenamente su ambigua actitud: «Un modo de verdad, no
de verdad central y coherente, sino angular y fragmentada».
La personalidad de Borges era elusiva, escurridiza; era un cierto hombre para cada una de
las personas que lo conocían, o creían conocerlo. Y muchas veces éste tenía poco que ver con
el hombre que otros habían visto, admiradores ocasionales que lo visitaban en su apartamento
de la calle de Maipú. Su básica coquetería, velada y que solía pasar inadvertida, lo llevaba a
mostrar a esta gente el Borges que ellos querían ver.
Yo tuve la suerte de conocerlo en los años tal vez más decisivos de su vida, los años de
su madurez como escritor; fui su íntima amiga desde sus cuarenta y cinco hasta sus cincuenta
y dos años. Entonces me dedicó el cuento que muchos consideran su obra más importante:
El Aleph.
Voy a escribir sobre el Borges de El Aleph, el hombre a medio camino entre una juven-
tud que él consideraba fracasada y una vejez en la cual el triunfo llegó a ser, por momentos,
abrumador.
Borges ha sido probablemente el escritor más original de la segunda mitad de nuestro
siglo. El Aleph arroja luz sobre su compleja, patética, exaltada y dramática personalidad. Las
cartas que me escribió en esos años son un flagrante ejemplo de sus ilusiones, frustraciones y
esperanzas.
Universidad Autónoma de Chiapas