Page 409 - BORGES INTERACTIVO
P. 409
JOSÉ MARTÍNEZ TORRES • ANTONIO DURÁN RUIZ 409
Él era un hombre cauteloso. Temía herir o escandalizar. Sabía que era distinto y esto crea-
ba una inhibición. (A veces, cuando sentía celos o no le gustaba una persona, podía salir de su
reserva y ser agresivo, pero esto no era frecuente.)
En vez de mencionar, él prefería aludir. Todos sus escritos —cuentos, poemas o artícu-
los— abundan en insinuaciones, en cosas nombradas a medias, en nombres cambiados. Era
una especie de juego secreto en él. Daré un ejemplo. En La muerte y la brújula, curioso rela-
to, una alegoría que el autor disfraza de «cuento policial», el héroe, Erik Lönnrot, es llevado
por sus conclusiones y cálculos a tres de los puntos cardinales de la ciudad. Un hombre había
muerto en cada uno de esos puntos: sólo queda el Sur. Y a ese sur se dirige Erik Lönnrot,
sabiendo que la muerte lo está esperando en un paraje determinado, Triste-le-Roy.
Triste-le-Roy era Las Delicias de Adrogué, un hotel donde «gente bien», de mediana
posición económica, solía tomarse unos días de vacaciones a principios de siglo. Esa gente no
iba a Mar del Plata, donde grandes mansiones, en forma de chateaux franceses, empezaban a
ser construidas por los terratenientes con prosapia o sin ella. Los Borges, una vieja familia del
Río de la Plata, no eran terratenientes. Sus medios eran limitados. En consecuencia, pasaban
el verano en el hotel de Adrogué. Más adelante iban a una casita en Adrogué, desde donde
me escribió algunas de sus cartas más conmovedoras.
Borges adoraba Las Delicias, donde la familia ya no se alojaba, aunque solía ir a comer allí.
No sé qué recuerdos el lugar encerraba para él, pero las caminatas por los senderos del jardín,
bajo los grandes y viejos eucaliptos, eran uno de sus placeres. Y se sintió apenado cuando
echaron abajo los árboles.
Universidad Autónoma de Chiapas