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EL LENGUAJE COTIDIANO DE LOS ESTUDIANTES
38 UNIVERSITARIOS, DESDE LAS VOCES DE SUS ACTORES
En efecto, hicimos de la capacidad para el lenguaje, en cuanto estructura latente, parte de
nuestro patrimonio genético. Incorporamos a nuestro cerebro los mecanismos que permiten
el surgimiento del lenguaje y el programa de la adquisición de la lengua; sin embargo, para que
ese programa se desenvuelva, es indispensable que oigamos hablar, que estemos inmersos en
un grupo humano que nos proporcione un modelo de lengua y de comportamiento.
Noam Chomsky (2003), atribuía al recién nacido, el conocimiento implícito de los princi-
pios universales que estructuran las lenguas. No quería decir que el niño conociera la gramá-
tica, sino, más simplemente, que el cerebro humano está equipado de tal suerte que puede
extraer las reglas inherentes a la estructura de las lenguas.
En la actualidad, antes que de conocimiento se hablara, se mencionaba de la capacidad
para extraer propiedades que son comunes a todas las lenguas. Ahora bien, por extraordi-
narias que sean, esas propiedades no permitirían que el lenguaje se desarrollara si el niño no
estuviese inmerso en un “baño” lingüístico.
Para que esas aptitudes se desarrollen hacen falta al niño esos dos modelos que le da su
entorno: una lengua y un modelo de comportamiento Lingüístico. El niño organiza la informa-
ción que sostiene al habla y después la información que surge del léxico y de la sintaxis de la
lengua, o de las lenguas que oye hablar. Lo que permite adquirir el lenguaje es la interacción de
la capacidad genética para el lenguaje con la recepción de una lengua; porque el niño se deja
llevar por el deseo vital e imperioso de convertirse en un ser hablante.
Si le causa placer escuchar a los adultos hablarle con ternura y comunicarse entre ellos,
el deseo y la felicidad de hablar guían su desarrollo. La competencia lingüística inherente al ser
humano va acompañada de un enorme apetito del niño por el lenguaje. Hay que ver la aten-
ción, para no decir la tensión, con que los niños de pecho miran a los adultos que les hablan,
sus juegos con los sonidos y el placer que estos últimos le producen, para comprender lo que
el habla significa para los seres humanos desde el nacimiento.
Universidad Autónoma de Chiapas