Page 53 - Fútbol y globalización
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QUIMERAS HUMANAS, QUIMERAS DE FÚTBOL 53
resulta mínimo comparado con otros juegos. Además, la circunstancia propia del juego es que
se trata de un deporte que se practica principalmente a ras de suelo donde se requiere habilidad
para pasar y evadir contrarios, independientemente de defender; aunado quizá a la imperfección
señalada, este es uno de los juegos más democráticos no solo en el aspecto económico, sino en
el ámbito físico.
Es verdad que para jugar profesionalmente se requiere una adecuada preparación físico-
atlética y que las tendencias actuales promueven primero el desarrollo muscular antes que el
propiamente futbolístico. En el fútbol todavía encuentran cabida delgados, bajitos, rollizos, altos,
etc.; prueba fehaciente de esto son Cryff, Messi, Maradona, Gerdhard Müller, Ibrahimovic y tan-
tos otros. Pero quien lo encarna de forma más evidente es un extremo derecho que algo sabía del
regate, un tal Manuel Francisco Dos Santos, mejor conocido como “Garrincha” —apodo puesto
por su hermano, referido a un ave fea y torpe, pero de igual modo asombrosamente veloz, que
cazaba y era cazada con gran facilidad—. Garrincha era patizambo, con la columna torcida, una
pierna más larga que otra a causa de la poliomielitis y de pies girados hacia adentro. Así, logró
dos campeonatos del mundo con Brasil y fue elegido unánimemente como el mejor jugador del
mundial de Chile en 1962.
Como señalamos, la imperfección acompaña al juego permanentemente y además forma
parte de su estética. Sea por esta dificultad o por el juego en sí mismo, el fútbol manifiesta una
variada gama de posibilidades de goce: el sombrerito, el túnel, la barrida, el regate, por señalar
algunos, pero su expresión máxima, el gol, se instala —no pocas veces— como expresión artís-
tica. Cuando las redes de una portería se insuflan por el golpeo de una pelota, entonces el fútbol
puede estar más cerca de articular plenamente su belleza.
Como último factor encuentro la expresión, tras conseguir el objetivo primario del fútbol —
que muchas veces es olvidado por dirigentes, entrenadores y jugadores—, el grito de gol. Como
señala Galeano, su enunciación resulta orgásmica, porque acceder a él, que nuestro equipo o el
contrario lo haga, permite vaciar tensiones y energías. El gol no se dice, se grita, no existe el gol,
existe el ¡goooooooooooooooooooool! Cuando el gol es nuestro existe una necesidad de bullir,
por eso se grita, corre, abraza. Pero aun si el gol llega del equipo rival también resulta de algún
modo liberador, porque lo peor que puede ocurrir en un momento dado ya ha ocurrido. En casi
todos los deportes se presenta esta euforia cuando se consigue el objetivo fundamental: ences-
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