Page 56 - Fútbol y globalización
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FÚTBOL Y GLOBALIZACIÓN
56 MEDIOS, MERCADOS E INCLUSIONES
Ahora bien, si consideramos ganar como sinónimo exclusivo de alcanzar títulos en el marco
de lo legal, quizá nuestro esquema valorativo resulte muy limitado. La concepción de valor pro-
viene del latín valere, estar vigoroso o sano, ser más fuerte; del griego, axios, (axios), merecedor,
digno (Cortés y Martínez, 1996). Particularmente, esta acepción griega tiene sentido, por la po-
sibilidad de configurarnos dignamente para algo. Estas nociones invitan a preguntarnos qué nos
hace apreciar o desear algo, por sí mismo o por su relación con otra cosa; a establecer la cualidad
por la que anhelamos o estimamos las cosas, por su proporción o aptitud a satisfacer nuestras
necesidades. Al desmontar el acto valorativo podemos señalar tres grandes aspectos: las cosas,
las esencias y los estados psicológicos (Cortés y Martínez, 1996). Entendidos como el objeto o
acción referido al acto valorativo, el origen detrás del objeto o acción al valorar y las características
anímicas por las que valoramos, la interrelación de estos aspectos nos proporciona sentido de
valoración. Cuando lo importante se vuelca en el trofeo y el dinero que esto generará, la estima-
ción a estos aspectos y el sentimiento de triunfo por contar con ellos, nuestra acción valorativa
—considero— admite muy pocos aspectos.
En principio el valor fue señalado como equivalente de lo agradable, de lo deseado, ubicando
al objeto o acción en el centro de nuestro interés. Aquí, diferenciar la irrealidad de la idealidad se
vuelve fundamental, pues no pocas veces se ha confundido a lo valioso con los objetos o acciones
materiales que los sostienen, esto es, con sus depositarios. La confusión parte de suponer que los
valores existen por sí mismos vinculados a un destinatario o sostén. Así, lo valioso, no existe por
sí mismo flotando, sino que está incorporado a cierto objeto o acción. Un trofeo no vale el trofeo
mismo, sino por el prestigio, dinero, esfuerzo, que implica su consecución.
Un trozo de metal es una mera cosa; las acciones de su portador le agregan importancia al
“dotarla de personalidad”; así, el trofeo-cosa se transforma en distintivo, en un bien, sigue conte-
niendo las características de su tipo —materiales, colores y textura—; sin embargo, se le ha agre-
gado “algo” que lo ha transformado en importante; este agregado es el valor representativo. Por
tanto, los valores no son ni cosas ni vivencias ni esencias; son valores (Lotze, 1988). Rudolf Lotze
concibe el valor como algo irreal, pero presente, señalamiento enmarcado en su conocida frase
“los valores no son, valen” (Lotze, 1988). A lo que podría argumentarse: por eso son, porque
valen, además valen porque nuestra asignación valorativa da cuenta de lo que somos.
Universidad Autónoma de Chiapas