Page 225 - BORGES INTERACTIVO
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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES  •  ANTONIO DURÁN RUIZ      225






           edificado por esa obra. Análoga discordia se advierte en el Marco Bruto, donde el pensamien-
           to no es memorable aunque lo son las cláusulas. Logra su perfección en ese tratado el más

           imponente de los estilos que Quevedo ejerció. El español, en sus páginas lapidarias, parece

           regresar al arduo latín de Séneca, de Tácito y de Lucano, al atormentado y duro latín de la

           edad de plata. El ostentoso laconismo, el hipérbaton, el casi algebraico rigor, la oposición de

           términos, la aridez, la repetición de palabras, dan a ese texto una precisión ilusoria. Muchos

           períodos merecen, o exigen, el juicio de perfectos. Éste, verbigracia, que copio: “Honraron

           con unas hojas de laurel un linaje; pagaron grandes y soberanas vitorias con las aclamaciones

           de un triunfo; recompensaron vidas casi divinas con una estatua; y para que no descaeciesen

           de prerrogativas de tesoro los ramos y las yerbas y el mármol y las voces, no las permitieron
           a la pretensión, sino al mérito.” Otros estilos frecuentó Quevedo con no menos felicidad: el

           estilo aparentemente oral del Buscón, el estilo desaforado y orgiástico (pero no ilógico) de La

           hora de todos.

                “El lenguaje —ha observado Chesterton (G.F. Watts, 1904, pág. 91)— no es un hecho

           científico, sino artístico; lo inventaron guerreros y cazadores y es muy anterior a la ciencia.”

           Nunca lo entendió así Quevedo, para quien el lenguaje fue, esencialmente, un instrumento

           lógico. Las trivialidades o eternidades de la poesía —aguas equiparadas a cristales, ojos que
           lucen como estrellas y estrellas que miran como ojos— le incomodaban por ser fáciles pero

           mucho más por ser falsas. Olvidó, al censurarlas, que la metáfora es el contacto momentáneo

           de dos imágenes, no la metódica asimilación de dos cosas… También abominó de los idio-

           tismos. Con el propósito de “sacarlos a la vergüenza” urdió con ellos la rapsodia que se titula

           Cuento de cuentos; muchas generaciones, embelesadas, han preferido ver en esa reducción














                                                                Universidad Autónoma de Chiapas
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