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                      La tercera versión que comentaré, la más trabajada, es invención de un escritor harto
               más complejo que Wells, si bien menos dotado de esas agradables virtudes que es usual llamar

               clásicas. Me refiero al autor de La humillación de los Northmore, el triste y laberíntico Henry

               James. Éste, al morir, dejó inconclusa una novela de carácter fantástico, The Sense of the Past,

               que es una variación o elaboración de The Time Machine. El protagonista de Wells viaja al
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               porvenir en un inconcebible vehículo que progresa o retrocede en el tiempo como los otros

               vehículos en el espacio; el de James regresa al pasado, al siglo XVIII, a fuerza de compene-

               trarse con esa época. (Los dos procedimientos son imposibles, pero es menos arbitrario el

               de James.) En The Sense of the Past, el nexo entre lo real y lo imaginativo (entre la actualidad

               y el pasado) no es una flor, como en las anteriores ficciones; es un retrato que data del siglo
               XVIII y que misteriosamente representa al protagonista. Éste, fascinado por esa tela, consigue

               trasladarse a la fecha en que la ejecutaron. Entre las personas que encuentra, figura, necesa-

               riamente, el pintor; éste lo pinta con temor y con aversión, pues intuye algo desacostumbrado

               y anómalo en esas facciones futuras… James, crea, así, un incomparable regressus in infinitum,

               ya que su héroe, Ralph Pendrel, se traslada al siglo XVIII. La causa es posterior al efecto, el

               motivo del viaje es una de las consecuencias del viaje.

                      Wells, verosímilmente, desconocía el texto de Coleridge; Henry James conocía y ad-
               miraba el texto de Wells. Claro está que si es válida la doctrina de que todos los autores son

               un autor,  tales hechos son insignificantes. En rigor, no es indispensable ir tan lejos; el panteísta
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               que declara que la pluralidad de los autores es ilusoria, encuentra inesperado apoyo en el cla-



               1. No he leído The Sense of the Past, pero conozco el suficiente análisis de Stephen Spender, en su obra The Destructive Element
               (páginas 105-110). James fue amigo de Wells; par su relación puede consultarse el vasto Experiment in Autobiography de éste.
               2. Al promediar el siglo XVII, el epigramista del panteísmo Angelus Silesius dijo que todos los bienaventurados son uno (Cheru-
               binischer Wandersmann, V, 7) y que todo cristiano debe ser Cristo (op. cit., V, 9).










                             Universidad Autónoma de Chiapas
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