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tránsito del alma por muchos cuerpos, la doctrina gnóstica de que el mundo es obra de un dios
hostil y rudimentario. Quevedo, sólo estudioso de la verdad, es invulnerable a ese encanto.
Escribe que la transmigración de las almas es “bobería bestial” y “locura bruta”. Empédocles de
Agrigento afirmó: “He sido un niño, una muchacha, una mata, un pájaro y un mudo pez que
surge del mar”; Quevedo anota (Providencia de Dios): “Descubrióse por juez y legislador desta
tropelía Empédocles, hombre tan desatinado, que afirmando que había sido pez, se mudo en
tan contraria y opuesta naturaleza que murió mariposa del Etna; y a vista del mar, de quien
había sido pueblo, se precipitó en el fuego.” A los gnósticos, Quevedo los moteja de infames,
de malditos, de locos y de inventores de disparates (Zahúrdas de Plutón, in fine).
Su Política de Dios y gobierno de Cristo nuestro Señor debe considerarse, según Aureliano
Fernández Guerra, “como un sistema completo de gobierno, el más acertado, noble y con-
veniente”. Para estimar ese dictamen en lo que vale, bástenos recordar que los cuarenta y
siete capítulos de ese libro ignoran otro fundamento que la curiosa hipótesis de que los actos
y palabras de Cristo (que fue, según es fama, Rex Judaeorum) son símbolos secretos a cuya luz
el político tiene que resolver su problema. Fiel a esa cábala, Quevedo, extrae del episodio de
la samaritana, que los tributos que los reyes exigen deben ser leves; del episodio de los panes
y de los peces, que los reyes deben remediar las necesidades; de la repetición de la fórmu-
la sequebantur, que “el rey ha de llevar tras de sí los ministros, no los ministros al rey”… El
asombro vacila entre lo arbitrario del método y la trivialidad de las conclusiones. Quevedo, sin
embargo, todo lo salva, o casi, con la dignidad del lenguaje. El lector distraído puede juzgarse
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1. Reyes certeramente observa (Capítulos de literatura española, 1939, pág. 133): “Las obras políticas de Quevedo no propo-
nen una nueva interpretación de los valores políticos, ni tienen ya más que un valor retórico… O son panfletos de oportunidad,
o son obras de declamación académica. La Política de Dios, a pesar de su ambiciosa apariencia, no es más que un alegato contra
los malos ministros, Pero entre estas páginas pueden encontrarse algunos de los rasgos más propios de Quevedo”.
Universidad Autónoma de Chiapas