Page 186 - Fútbol y globalización
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FÚTBOL Y GLOBALIZACIÓN
      186                     MEDIOS, MERCADOS E INCLUSIONES






                    que el tipo ya iba incubando ganas de asesinarme, volví a acercarme con ademanes grandilocuentes.
                    Invoqué a viva voz mis derechos cercenados, y mientras le tocaba de nuevo la pelota le dije a Genaro,
                    lo suficientemente bajo como para que solo él me escuchara, que después de errar el penal mi herma-
                    no iba a empatarle el partido, que se iba a tener que mudar a La Quiaca de la vergüenza, pero que en
                    agradecimiento yo le prometía que iba a dejar de afilar con su novia. Genaro optó por putearme a los
                    alaridos, como era esperable de cualquier varón honesto y bien nacido. Pérez lo reprendió severamen-
                    te, y a mí me mandó a la línea del arco con un gesto que ya no admitía dilaciones.

                    En ese momento empezó a rodar el milagro. Me jugué apenas a la izquierda, pero me quedé bien er-
                    guido: Genaro le pegaba muy fuerte pero sin inclinarse, y la pelota solía salir más bien alta. Le dio con
                    furia, con ganas de aplastarme, de humillarme hasta el fondo de mi alma irredenta. Tuve un instante de
                    pánico cuando sentí la pelota en la punta de mis guantes: era tal la violencia que traía que no iba a poder
                    evitar que me venciera las manos. De hecho, así fue, pero había conseguido cambiarle la trayectoria:
                    después de torcerme las muñecas la pelota se estrelló en el travesaño y picó hacia afuera, a unos veinte
                    centímetros de la línea. Me incorporé justo a tiempo para atraparla, y para que los noventa y cinco kilos
                    de Genaro me aplastaran los huesos, la cabeza, las articulaciones. Pérez cobró el tiro libre y me gritó:
                    “Juegue” (Sacheri, 2015, pp. 37-38).

                    En el cuento de donde proviene la cita, el narrador continúa relatando el empate de su
               equipo. Antes de la ejecución del penal el equipo del narrador perdía 1-0, el 2-0 hipotético re-
               presentaba la derrota de su equipo, pues faltaban segundos al reloj para cumplir su tiempo. Pero

               prestando atención al contenido de la cita, notamos que el insulto (bidireccional) provocó una
               reacción iracunda del rival que le hizo perder no solo la cabeza sino el partido. Los insultos que
               provocan la ira desembocan en consecuencias desastrosas, en el relato no trasciende a más, pero
               en los estadios han sucedido trifulcas muy fuertes en masa que después lamentamos. El problema
               surge cuando convertimos al rival en el enemigo. En palabras de Valdano (2016, p. 224): “Desde

               el momento en que el rival se convierte en enemigo, se produce una suspensión de lo ético que
               ya no tiene vuelta atrás”.



                   EL INSULTO EN LOS CÁNTICOS

                    Algo que en lo particular a mí me parece muy bello en los estadios son los cánticos, claro, al-

               gunos de ellos. Pienso en el You´ll Never Walk Alone, por ejemplo. Pero evidentemente, a través de
               los cánticos es inevitable en el furor de la emoción expresar las más oscuras creencias de una afición.
                    Prestando un poco más de atención en cómo el odio da motivo para el insulto y, en parti-
               cular, para manifestar el racismo, la xenofobia, el sexismo o el sectarismo me serviré de Franklin







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