Page 184 - Fútbol y globalización
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FÚTBOL Y GLOBALIZACIÓN
184 MEDIOS, MERCADOS E INCLUSIONES
decir, es compartida. Sin esta reciprocidad de odio, de auténtica rivalidad no pueden verse como
clásicos sus partidos. De modo que los rivales han de ser asumidos como objeto de odio recípro-
co para hablar de un clásico de fútbol. Y el odio se nutre de la propia historia y recuerdos que se
construyen en la cancha y fuera de ella.
Pero la carga emotiva está de por medio en los derbys y en la vida diaria. Heidegger (2015,
p. 99) dice que la mayoría de las veces, solo nos alcanzan los temples de ánimo que oscilan en los
<<extremos>>, como son la alegría y la tristeza, los demás son menos perceptibles, como el
temor. Por estos motivos la gente no olvida al equipo odiado, por la historia de la que es partícipe
el aficionado y el carácter emotivo que vive en cada partido.
Observamos que el insulto nace de un estado de ánimo que es necesario que tome posesión
del aficionado para insultar al rival auténtico. Heidegger dice: “La alegría o tristeza que padezco no
están frente a mí, no las veo pasar. Me incumben absolutamente” (Gilardi, 2014, p. 155). Por lo
que el mundo en la alegría es abierto como alegre, o como triste en la tristeza. Y en el caso del
odio que “es una tristeza acompañada por la idea de una causa externa” (Spinoza, 2014, p. 159),
se expresa en uno o más insultos. Como el insulto es producido por una emoción habrá que
ocuparse de sus intenciones.
LAS INTENCIONES DEL INSULTO
Quisiera en este apartado enfocarme en las intenciones que se persiguen en el insultar, como
acción que ofende; se pueden reflexionar en el fondo las intenciones que persigue el insultador.
Ahora bien, ¿para qué se insulta? Como posibles respuestas ofrezco lo siguiente. Para protestar,
porque lo observado no nos agrada, y quisiéramos que hubiese sido lo opuesto de lo que se
observa. Para desahogarnos, porque las cosas no han salido bien, porque se escapan de nuestras
manos y no podemos hacer nada para cambiarlas; pero creemos que estaba de alguna manera en
ellas cambiar el rumbo de la historia. Para molestar, porque se pretende afectar o alterar al otro.
Parece que el insulto está dirigido exclusivamente al otro; pero dado que puede surgir del
disgusto, es decir, de tomar conciencia de que estoy disgustado, puede entonces darse también
hacia uno mismo (es lo que llamo insulto redireccional) donde yo mismo puedo insultarme. Nóte-
se que la mirada ha sido redirigida en las intenciones del insultar, y se escapa lo que por definición
se le otorga, el ofender al otro, lo que conlleva a que también podemos insultarnos a nosotros
mismos. Pero ocupémonos a continuación de los paras y porqués del insulto hacia el otro.
Universidad Autónoma de Chiapas