Page 273 - BORGES INTERACTIVO
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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES  •  ANTONIO DURÁN RUIZ      273






           También (“Song of Myself”, 33):


                Yo soy el hombre. Yo sufrí. Ahí estaba.

                El desdén y la tranquilidad de los mártires;
                La madre, sentenciada por bruja, quemada ante los hijos, con leña seca;

                El esclavo acosado que vacila, se apoya contra el cerco, jadeante, cubierto de sudor;
                Las puntadas que le atraviesan las piernas y el pescuezo, las crueles municiones y balas;

                Todo eso lo siento, lo soy.


           Todo eso lo sintió y lo fue Whitman, pero fundamentalmente fue —no en la mera historia, en

           el mito— lo que denotan estos dos versos (“Song of Myself”,24):



                Walt Whitman, un cosmos, hijo de Manhattan,

                Turbulento, carnal, sensual, comiendo, bebiendo, engendrando.

           También fue el que sería en el porvenir, en nuestra venidera nostalgia, creada por estas profe-

           cías que la anunciaron (“Full of life, now”):



                Lleno de vida, hoy, compacto, visible,
                Yo, de cuarenta años de edad el año ochenta y tres de los Estados,

                A ti, dentro de un siglo o de muchos siglos,
                A ti, que no has nacido, te busco.

                Estás leyéndome. Ahora el invisible soy yo,

                Ahora eres tú, compacto, visible, el que intuye los versos y el que me busca,
                Pensando lo feliz que sería si yo pudiera ser tu compañero.

                Sé feliz como si yo estuviera contigo. (No tengas demasiada seguridad de que no estoy

                contigo.)










                                                                Universidad Autónoma de Chiapas
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