Page 67 - BORGES INTERACTIVO
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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES  •  ANTONIO DURÁN RUIZ       67






           nocidos a una pelea confusa. Resolvió salir; ya estaba de pie cuando el patrón se le acercó y
           lo exhortó con voz alarmada:

                —Señor Dahlmann, no les haga caso a esos mozos, que están medio alegres.

                Dahlmann no se extrañó de que el otro, ahora, lo conociera, pero sintió que estas pa-

           labras conciliadoras agravaban, de hecho, la situación. Antes, la provocación de los peones

           era a una cara accidental, casi a nadie; ahora iba contra él y contra su nombre y lo sabrían los

           vecinos. Dahlmann hizo a un lado al patrón, se enfrentó con los peones y les preguntó qué

           andaban buscando.

                El compadrito de la cara achinada se paró, tambaleándose. A un paso de Juan Dahlmann,

           lo injurió a gritos, como si estuviera muy lejos. Jugaba a exagerar su borrachera y esa exagera-
           ción era otra ferocidad y una burla. Entre malas palabras y obscenidades, tiró al aire un largo

           cuchillo, lo siguió con los ojos, lo barajó e invitó a Dahlmann a pelear. El patrón objetó con

           trémula voz que Dahlmann estaba desarmado. En ese punto, algo imprevisible ocurrió.

                Desde un rincón el viejo gaucho estático, en el que Dahlmann vio una cifra del Sur (del

           Sur que era suyo), le tiró una daga desnuda que vino a caer a sus pies. Era como si el Sur hu-

           biera resuelto que Dahlmann aceptara el duelo. Dahlmann se inclinó a recoger la daga y sintió

           dos cosas. La primera, que ese acto casi instintivo lo comprometía a pelear. La segunda, que
           el arma, en su mano torpe, no serviría para defenderlo, sino para justificar que lo mataran.

           Alguna vez había jugado con un puñal, como todos los hombres, pero su esgrima no pasaba

           de una noción de que los golpes deben ir hacia arriba y con el filo para adentro. No hubieran

           permitido en el sanatorio que me pasaran estas cosas, pensó.

                —Vamos saliendo—dijo el otro.














                                                                Universidad Autónoma de Chiapas
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