Page 73 - BORGES INTERACTIVO
P. 73

JOSÉ MARTÍNEZ TORRES  •  ANTONIO DURÁN RUIZ       73






           mente animaría al fantasma soñado, de suerte que todas las criaturas, excepto el Fuego mismo
           y el soñador, lo pensaran un hombre de carne y hueso. Le ordenó que una vez instruido en

           los ritos, lo enviaría al otro templo despedazado cuyas pirámides persisten aguas abajo, para

           que alguna voz lo glorificara en aquel edificio desierto. En el sueño del hombre que soñaba,

           el soñado se despertó.

                El mago ejecutó esas órdenes. Consagró un plazo (que finalmente abarcó dos años) a

           descubrirle los arcanos del universo y del culto del fuego. Íntimamente, le dolía apartarse de

           él. Con el pretexto de la necesidad pedagógica, dilataba cada día las horas dedicadas al sueño.

           También rehízo el hombro derecho, acaso deficiente. A veces, lo inquietaba una impresión de

           que ya todo eso había acontecido... En general, sus días eran felices; al cerrar los ojos pensaba:
           Ahora estaré con mi hijo. O, más raramente: El hijo que he engendrado me espera y no existirá

           si no voy.

                Gradualmente, lo fue acostumbrando a la realidad. Una vez le ordenó que embanderara

           una cumbre lejana. Al otro día, flameaba la bandera en la cumbre. Ensayó otros experimentos

           análogos, cada vez más audaces. Comprendió con cierta amargura que su hijo estaba listo para

           nacer —y tal vez impaciente. Esa noche lo besó por primera vez y lo envió al otro templo cu-

           yos despojos blanqueaban río abajo, a muchas leguas de inextricable selva y de ciénaga. Antes
           (para que no supiera nunca que era un fantasma, para que se creyera un hombre como los

           otros) le infundió el olvido total de sus años de aprendizaje.

                Su victoria y su paz quedaron empañadas de hastío. En los crepúsculos de la tarde y del

           alba, se prosternaba ante la figura de piedra, tal vez imaginando que su hijo irreal ejecutaba

           idénticos ritos, en otras ruinas circulares, aguas abajo; de noche no soñaba, o soñaba como lo

           hacen todos los hombres. Percibía con cierta palidez los sonidos y formas del universo: el hijo

           ausente se nutría de esas disminuciones de su alma. El propósito de su vida estaba colmado;








                                                                Universidad Autónoma de Chiapas
   68   69   70   71   72   73   74   75   76   77   78