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EL LENGUAJE COTIDIANO DE LOS ESTUDIANTES
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           en quien lo oye. Si pronunciamos “piedra", ese es su límite y clasifica las imágenes mentales
           correspondientes. El enunciado del que forma parte orienta la elección de la representación.

           Un enunciado “me gustaría pavimentar el suelo con esas piedras talladas”. En una conversación

           habitual, cada cual elige correctamente su representación de la palabra “piedra”.

                En un diccionario, los sentidos están definidos. Definir una palabra es un poco encontrar

           un conjunto de ideas. Tenemos presente que, por un lado, las palabras encorsetan la realidad

           y por otro lado, escapan a ella. Son sensibles al contexto de la oración y de la conversación.

           Evolucionan con el tiempo y pueden ser “desviadas”.
                Nombrar es también clasificar, es categorizar los significados. Es poner orden en la natura-

           leza, ordenar el mundo y sus acontecimientos. Un gato no es un perro; el hierro no es plomo.

           Nombrar es efectuar una síntesis y a la vez, producir una abstracción.




                ¿SOMOS “DUEñOS” DE NUESTRAS PALAbRAS?

           En el otro lado del espejo, de Lewis Carroll, Tentetieso dice a Alicia: Cuando yo uso una

           palabra […] significa exactamente lo que yo quiero que signifique… ni más ni menos, […] la
           cuestión es quien manda […] y “punto”.

                Es cierto que uno “manda” en las palabras que emplea, pero no siempre en el sentido que

           va a atribuirles, el interlocutor influenciable. Sin un acuerdo sobre el sentido de las palabras, no

           nos comprenderíamos; pero ese acuerdo no puede ser rígido, porque el sentido de una pala-

           bra depende tanto de la oración y el contexto en que se emplea como de los conocimientos
           individuales, que no forzosamente comparten entre sí los interlocutores.

                Si la palabra se emplea acertadamente en un contexto bien definido, tendrá el mismo sig-

           nificado en la mente del interlocutor que quiso darle el hablante; pero no se debe olvidar que

           indica uno o varios sentidos y que la palabra “sentido” es indefinida en si misma, porque, como

           decía Descartes, “no hay tantas razones para descubrir que tenga un límite”.






                                                              Universidad Autónoma de Chiapas
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