Page 103 - BORGES INTERACTIVO
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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES • ANTONIO DURÁN RUIZ 103
Se quedó mirándome.
—Usted no lo conoce —exclamó—. Whitman es capaz de mentir.
Medio siglo no pasa en vano. Bajo nuestra conversación de personas de miscelánea lec-
tura y gustos diversos, comprendí que no podíamos entendernos. Eramos demasiado distintos
y demasiado parecidos. No podíamos engañarnos, lo cual hace difícil el dialogo. Cada uno de
los dos era el remendocricaturesco del otro. La situación era harto anormal para durar mucho
más tiempo. Aconsejar o discutir era inútil, porque su inevitable destino era ser el que soy. De
pronto recordé una fantasía de Coleridge. Alguien sueña que cruza el paraíso y le dan como
prueba una flor. Al despertarse, ahí está la flor. Se me ocurrió un artificio análogo.
—Oí —le dije—, ¿tenés algún dinero?
—Sí — me replicó—. Tengo unos veinte francos. Esta noche lo convidé a Simón Jichlinski
en el Crocodile.
—Dile a Simón que ejercerá la medicina en Carouge, y que hará mucho bien... ahora,
me das una de tus monedas. Sacó tres escudos de plata y unas piezas menores. Sin compren-
der me ofreció uno de los primeros. Yo le tendí uno de esos imprudentes billetes americanos
que tienen muy diverso valor y el mismo tamaño. Lo examinó con avidez.
—No puede ser —gritó—. Lleva la fecha de mil novecientos sesenta y cuatro. (Meses
después alguien me dijo que los billetes de banco no llevan fecha.)
—Todo esto es un milagro —alcanzó a decir— y lo milagroso da miedo. Quienes fueron
testigos de la resurrección de Lázaro habrán quedado horrorizados. No hemos cambiado
nada, pensé. Siempre las referencias librescas. Hizo pedazos el billete y guardó la moneda. Yo
resolví tirarla al río. El arco del escudo de plata perdiéndose en el río de plata hubiera conferi-
do a mi historia una imagen vívida, pero la suerte no lo quiso. Respondí que lo sobrenatural, si
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