Page 159 - BORGES INTERACTIVO
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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES  •  ANTONIO DURÁN RUIZ      159






           en una parodia de la novela policial. Cervantes no podía recurrir a talismanes o a sortilegios,
           pero insinuó lo sobrenatural de un modo sutil, y, por ello mismo, más eficaz. Intimamente,

           Cervantes amaba lo sobrenatural. Paúl Groussac, en 1924, observó: “Con alguna mal fijada

           tintura de latín e italiano, la cosecha literaria de Cervantes provenía sobre todo de las novelas

           pastoriles y las novelas de caballerías, fábulas arrulladoras del cautiverio.” El Quijote es menos

           un antídoto de esas ficciones que una secreta despedida nostálgica.

                En la realidad, cada novela es un plano ideal; Cervantes se complace en confundir lo obje-

           tivo y lo subjetivo, el mundo del lector y el mundo del libro. En aquellos capítulos que discuten

           si la bacía del barbero es un yelmo y la albarda un jaez, el problema se trata de modo explícito;

           otros lugares, como ya anoté, lo insinúa. En el sexto capítulo de la primera parte, el cura y el
           barbero revisan la biblioteca de Don Quijote; asombrosamente uno de los libros examinados

           es la Galatea de Cervantes, y resulta que el barbero es amigo suyo y no lo admira demasia-

           do, y dice que es más versado en desdichas que en versos y que el libro tiene algo de buena

           invención, propone algo y no concluye nada. El barbero, sueño de Cervantes o forma de un

           sueño de Cervantes, juzga a Cervantes… También es sorprendente saber, en el principio del

           noveno capítulo, que la novela entera ha sido traducida del árabe y que Cervantes adquirió

           el manuscrito en el mercado de Toledo, y lo hizo traducir por un morisco, a quien alojó más
           de mes y medio en su casa, mientras concluía la tarea. Pensamos en Carlyle, que fingió que el

           Sartor Resartus era versión parcial de una obra publicada en Alemania por el doctor Diógenes

           Teufelsdroeckh; pensamos en el rabino castellano Moisés de León, que compuso el Zohar o

           Libro del Esplendor y lo divulgó como obra de un rabino palestiniano del siglo III.

                Ese juego de extrañas ambigüedades culmina en la segunda parte; los protagonistas han

           leído la primera, los protagonistas del Quijote son, asimismo, lectores del Quijote. Aquí es in-











                                                                Universidad Autónoma de Chiapas
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