Page 154 - BORGES INTERACTIVO
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                    El desafío


               Hay un relato legendario o histórico, o hecho de historia y de leyenda a la vez (lo cual, acaso,

               es otra manera de decir legendario), que prueba el culto del coraje. Sus mejores versiones

               escritas pueden buscarse en las novelas de Eduardo Gutiérrez, olvidadas ahora con injusticia,

               en el Hormiga Negra o el Juan Moreira; de las orales, la primera que oí provenía de un barrio

               que demarcarón una cárcel, un río y un cementerio y que se llamó la Tierra del Fuego. El

               protagonista de esa versión era Juan Muraña, carrero y cuchillero en el que convergen todos

               los cuentos de coraje que andan por las orillas del Norte. Esa primera versión era simple. Un
               hombre de los Corrales o de Barracas, sabedor de la fama de Juan Muraña (a quien no ha visto

               nunca), viene a pelearlo desde su suburbio del Sur; lo provoca en un almacén, los dos salen a

               pelear a la calle; se hieren, Muraña, al fin, lo marca y le dice:

                    —Te dejo con vida para que volvás a buscarme.

                    Lo desinteresado de aquel duelo lo grabó en mi memoria; mis conversaciones (mis ami-

               gos harto lo saben) no prescindieron de él; hacia 1927 lo escribí y con enfático laconismo lo

               titulé Hombres pelearon; años después, la anécdota me ayudó a imaginar un cuento afortu-
               nado, ya que no bueno, Hombre de la esquina rosada; en 1950, Adolfo Bioy Casares y yo la

               retomamos para urdir el libro de un film que las empresas rechazaron con entusiasmo y que

               se llamaría Los orilleros. Creí, al cabo de tan dilatadas fatigas, haberme despedido de la historia

               del duelo generoso; este año, en Chivilcoy, recogí una versión harto superior, que ojalá sea la

               verdadera, aunque las dos muy bien pueden serlo, ya que el destino se complace en repetir

               las formas y lo que pasó una vez pasa muchas. Dos cuentos mediocres y un film que tengo

               por muy bueno salieron de la versión deficiente; nada puede salir de la otra, que es perfecta y

               cabal. Como me la contaron la contaré, sin adiciones de matáforas o de paisaje. La historia, me









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