Page 160 - BORGES INTERACTIVO
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               evitable recordar el caso de Shakespeare, que incluye en el escenario de Hamlet otro escena-
               rio, donde se representa una tragedia, que es más o menos la de Hamlet; la correspondencia

               imperfecta de la obra principal y la secundaria aminora la eficacia de esa inclusión. Un artificio

               análogo al de Cervantes, y aun más asombroso, figura en el Ramayana, poema de Valmiki, que

               narra las proezas de Rama y su guerra con los demonios. En el libro final, los hijos de Rama,

               que no saben quién es su padre, buscan amparo en una selva, donde un asceta les enseña

               a leer. Ese maestro es, extrañamente, Valmiki; el libro en que estudian, el Ramayana. Rama

               ordena un sacrificio de caballos; a esa fiesta acude Valmiki con sus alumnos. Estos acompa-

               ñados por el laúd, cantan el Ramayana. Rama oye su propia historia, reconoce a sus hijos y

               luego recompensa al poeta… Algo parecido ha obrado el azar en Las Mil y Una Noches. Esta
               compilación de historias fantásticas duplica y reduplica hasta el vértigo la ramificación de un

               cuento central en cuentos adventicios, pero no trata de graduar sus realidades, y el efecto (que

               debió ser profundo) es superficial, como una alfombra persa. Es conocida la historia liminar de

               la serie: el desolado juramento del rey, que cada noche se desposa con una virgen que hace

               decapitar en el alba, y la resolución de Shahrazad, que lo distrae con fábulas, hasta que encima

               de los dos han girado mil y una noches y ella le muestra su hijo. La necesidad de completar mil

               y una secciones obligó a los copistas de la obra a interpolaciones de todas clases. Ninguna tan
               perturbadora como la de la noche DCII, mágica entre las noches. En esa noche, el rey oye de

               boca de la reina su propia historia. Oye el principio de la historia, que abarca a todas las demás,

               y también —de monstruoso modo—, a sí misma. ¿Intuye claramente el lector la vasta posi-

               bilidad de esa interpolación, el curioso peligro? Que la reina persista y el inmóvil rey oirá para

               siempre la trunca historia de Las Mil y Una Noches, ahora infinita y circular... Las invenciones

               de la filosofía no son menos fantásticas que las del arte: JosiahRoyce, en el primer volumen de











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