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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES  •  ANTONIO DURÁN RUIZ      209






           verosímil que Algazel recurriera a los arquetipos, comunicados al Islam por la Enciclopedia de
           los Hermanos de la Pureza y por Avicena, para justificar la noción de la Madre del Libro.

                Aún más extravagantes que los musulmanes fueron los judíos. En el primer capítulo de su

           Biblia se halla la sentencia famosa: “Y Dios dijo; sea la luz; y fue la luz”; los cabalistas razonaron

           que la virtud de esa orden del Señor procedió de las letras de las palabras. El tratado Sefer

           Yetsirah(Libro de la Formación), redactado en Siria o en Palestina hacia el siglo VI, revela que

           Jehová de los Ejércitos, Dios de Israel y Dios Todopoderoso, creó el universo mediante los

           números cardinales que van del uno al diez y las veintidós letras del alfabeto. Que los números

           sean instrumentos o elementos de la Creación es dogma de Pitágoras y de Jámblico; que las

           letras lo sean es claro indicio del nuevo culto de la escritura. El segundo párrafo del segundo
           capítulo reza: “Veintidós letras fundamentales: Dios las dibujó, las grabó, las combinó, las pesó,

           las permutó, y con ellas produjo todo lo que es y todo lo que será.” Luego se revela qué letra

           tiene poder sobre el aire, y cuál sobre el agua, y cuál sobre el fuego, y cuál sobre la sabiduría,

           y cuál sobre la paz y cuál sobre la gracia, y cuál sobre el sueño, y cuál sobre la cólera, y cómo

           (por ejemplo) la letra kaf, que tiene poder sobre la vida, sirvió para formar el sol en el mundo,

           el miércoles en el año y la oreja izquierda en el cuerpo.

                Más lejos fueron los cristianos. El pensamiento de que la divinidad había escrito un libro
           los movió a imaginar que había escrito dos y que el otro era el universo. A principios del siglo

           XVII, Francis Bacon decláró en su Advancement of Learning que Dios nos ofrecía dos libros,

           para que no incidiéramos en error: el primero, el volumen de las Escrituras, que revela Su

           voluntad; el segundo, el volumen de las criaturas, que revela Su poderío y que éste era la lla-

           ve de aquél. Bacon se proponía mucho más que hacer una metáfora; opinaba que el mundo














                                                                Universidad Autónoma de Chiapas
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