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de la noche, perfecciona un antiguo horror (Apocalipsis, 4: 6) y la llama un monstruo hecho de
ojos. No menos ilustrativa es la narración How I Found the Superman. Chesterton habla con los
padres del Superhombre; interrogados sobre la hermosura del hijo, que no sale de un cuarto
oscuro, éstos le recuerdan que el Superhombre crea su propio canon y debe ser medido por
él («En ese plano es más bello que Apolo. Desde nuestro plano inferior, por supuesto...»);
después admiten que no es fácil estrecharle la mano («Usted comprende; la estructura es
muy otra»); después, son incapaces de precisar si tiene pelo o plumas. Una corriente de aire
lo mata y unos hombres retiran un ataúd que no es de forma humana. Chesterton refiere en
tono de burla esa fantasía teratológica.
Tales ejemplos, que sería fácil multiplicar, prueban que Chesterton se defendió de ser
Edgar Allan Poe o Franz Kafka, pero que algo en el barro de su yo propendía a la pesadilla,
algo secreto, y ciego y central. No en vano dedicó sus primeras obras a la justificación de dos
grandes artífices góticos, Browning y Dickens; no en vano repitió que el mejor libro salido de
Alemania era el de los cuentos de Grimm. Denigró a Ibsen y defendió (acaso indefendible-
mente) a Rostand, pero los Trolls y el Fundidor de Peer Gynt eran de la madera de sus sueños,
the stuff his dreams were made of. Esa discordia, esa precaria sujeción de una voluntad demo-
níaca, definen la naturaleza de Chesterton. Emblemas de esa guerra son para mí las aventuras
del Padre Brown, cada una de las cuales quiere explicar, mediante la sola razón, un hecho
inexplicable. Por eso dije, en el párrafo inicial de esta nota, que esas ficciones eran cifras de la
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historia de Chesterton, símbolos y espejos de Chesterton. Eso es todo, salvo que la «razón» a
la que Chesterton supeditó sus imaginaciones no era precisamente la razón, sino la fe católica,
o sea, un conjunto de imaginaciones hebreas supeditadas a Platón y a Aristóteles. Recuerdo
2. No la explicación de lo inexplicable sino de lo confuso es la tarea que se imponen, por lo común, los novelistas policiales.
Universidad Autónoma de Chiapas