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LA POESÍA GAUCHESCA
Es fama que le preguntaron a Whistler cuánto tiempo había requerido para pintar uno de
sus nocturnos y que respondió: “Toda mi vida”. Con igual rigor pudo haber dicho que había
requerido todos los siglos que precedieron al momento en que lo pintó. De esa correcta apli-
cación de la ley de causalidad se sigue que el menor de los hechos presupone el inconcebible
universo e, inversamente, que el universo necesita del menor de los hechos. Investigar las
causas de un fenómeno, siquiera de un fenómeno tan simple como la literatura gauchesca, es
proceder en infinito; básteme la mención de dos causas que juzgo principales.
Quienes me han precedido en esta labor se han limitado a una: la vida pastoril que era
típica de las cuchillas y de la pampa. Esa causa, apta sin duda para la amplificación oratoria y
para la digresión pintoresca, es insuficiente; la vida pastoril ha sido típica de muchas regiones
de América, desde Montana y Oregón hasta Chile, pero esos territorios, hasta ahora, se han
abstenido enérgicamente de redactar El gaucho Martín Fierro. No bastan, pues, el duro pas-
tor y el desierto. El cowboy, a pesar de los libros documentales de Will James y del insistente
cinematógrafo, pesa menos en la literatura de su país que los chacareros del Middle West o
que los hombres negros del Sur... Derivar la literatura gauchesca de su materia, el gaucho, es
una confusión que desfigura la notoria verdad. No menos necesario para la formación de ese
Universidad Autónoma de Chiapas