Page 280 - BORGES INTERACTIVO
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dormir en plena oscuridad, me molestó durante mucho tiempo tener que dormir en este
mundo de neblina, de neblina verdosa o azulada y vagamente luminosa que es el mundo del
ciego.
Hubiera querido reclinarme en la oscuridad, apoyarme en la oscuridad. Al rojo lo veo
como un vago marrón. El mundo del ciego no es la noche que la gente supone. En todo caso
estoy hablando en mi nombre y en nombre de mi padre y de mi abuela, que murieron ciegos;
ciegos, sonrientes y valerosos, como yo también espero morir. Se heredan muchas cosas (la
ceguera, por ejemplo), pero no se hereda el valor. Sé que fueron valientes.
El ciego vive en un mundo bastante incómodo, un mundo indefinido, del cual emerge
algún color: para mí, todavía el amarillo, todavía el azul (salvo que el azul puede ser verde),
todavía el verde (salvo que el verde puede ser azul). El blanco ha desaparecido o se confunde
con el gris. En cuanto al rojo, ha desaparecido del todo, pero espero alguna vez (estoy siguien-
do un tratamiento) mejorar y poder ver ese gran color, ese color que resplandece en la poesía
y que tiene tan lindos nombres en muchos idiomas. Pensemos en scharlach, en alemán, en
scarlet, en inglés, escarlata en español, écarlate, en francés. Palabras que parecen dignas de
ese gran color.
En cambio, “amarillo” suena débil en español; yellow en inglés, que se parece tanto a
amarillo; creo que en español antiguo era amariello.
Yo vivo en ese mundo de colores y quiero contar, ante todo, que si he hablado de mi
modesta ceguera personal, lo hice porque no es esa ceguera perfecta en que piensa la gente; y
en segundo lugar porque se trata de mí. Mi caso no es especialmente dramático. Es dramático
el caso de aquellos que pierden bruscamente la vista: se trata de una fulminación, de un eclip-
se; pero en el caso mío, ese lento crepúsculo empezó (esa lenta pérdida de la vista) cuando
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