Page 283 - BORGES INTERACTIVO
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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES  •  ANTONIO DURÁN RUIZ      283






                Ignoraba entonces que hubo otro director de la Biblioteca, José Mármol, que también fue
           ciego. Aquí aparece el número tres, que cierra las cosas. Dos es una mera coincidencia; tres,

           una confirmación. Una confirmación de orden ternario, una confirmación divina o teológica.

           Mármol fue director de la Biblioteca cuando ésta estaba en la calle Venezuela.

                Ahora es costumbre hablar mal de Mármol o no hablar de él. Pero debemos recordar

           que cuando decimos “el tiempo de Rosas” no pensamos en el admirable libro de Ramos

           Mejía Rosas y su tiempo; pensamos en el tiempo de Rosas que describe esa admirablemente

           chismosa novela Amalia, de José Mármol. Haber legado la imagen de una época a un país no

           es escasa gloria; ojalá yo pudiera contar con una parecida. La verdad es que siempre, cuando

           decimos “el tiempo de Rosas”, estamos pensando en los mazorqueros que describió Mármol,
           en las tertulias de Palermo, estamos pensando en las conversaciones de uno de los ministros

           del tirano y de Soler.

                Tenemos, pues, tres personas que recibieron igual destino. Y la alegría de volver al barrio

           de Monserrat, en el Sur. Para todos los porteños el Sur es, de un modo secreto, el centro

           secreto de Buenos Aires. No el otro centro, un poco ostentoso, que mostramos a los turistas

           (en aquellos tiempos no existía esa publicidad que se llama Barrio de San Telmo). El Sur ven-

           dría a ser elmodesto centro secreto de Buenos Aires.
                Si yo pienso en Buenos Aires, pienso en el Buenos Aires que conocí cuando era chico:

           de casas bajas, de patios, de zaguanes, de aljibes con una tortuga, de ventanas de reja, y ese

           Buenos Aires antes era todo Buenos Aires. Ahora sólo se conserva en el barrio Sur; de modo

           que sentí que volvía al barrio de mis mayores. Cuando comprobé que ahí estaban los libros,

           que tenía que preguntar a mis amigos el nombre de ellos, recordé una frase de Rudolf Steiner

           en su libro sobre antroposofía (que fue el nombre que dio a la teosofía). Dijo que cuando











                                                                Universidad Autónoma de Chiapas
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