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                    De ahí el “de la musique avant toute chose” de Verlaine, de ahí el simbolismo contempo-
               ráneo de Wilde. Podemos pensar que Homero no existió pero que a los griegos les gustaba

               imaginarlo ciego para insistir en el hecho de que la poesía es ante todo música, que la poesía

               es ante todo la lira, y que lo visual puede existir o no existir en un poeta. Yo sé de grandes

               poetas visuales y sé de grandes poetas que no son visuales: poetas intelectuales, mentales, no

               hay por qué mencionar nombres.

                    Pasemos al ejemplo de Milton. La ceguera de Milton fue voluntaria. Supo desde el princi-

               pio que iba a ser un gran poeta. Esto le ocurrió a otros poetas. Coleridge y De Quincey, antes

               de haber escrito una sola línea, sabían que su destino sería literario; yo también, si es que pue-

               do mencionarme. Siempre he sentido que mí destino era, ante todo, un destino literario; es
               decir, que me sucederían muchas cosas malas y algunas cosas buenas. Pero siempre supe que

               todo eso, a la larga, se convertiría en palabras, sobre todo las cosas malas, ya que la felicidad

               no necesita ser transmutada: la felicidad es su propio fin.

                    Volvamos a Milton. Gastó su vista escribiendo folletos en defensa de la ejecución del rey

               por el Parlamento. Dice Milton que la perdió voluntariamente, defendiendo la libertad; habla

               de esa noble tarea y no se queja de estar ciego: piensa que ha sacrificado su vista voluntaria-

               mente y recuerda su primer deseo, el de ser un poeta. Se ha descubierto en la Universidad
               de Cambridge un manuscrito en el cual hay muchos temas que Milton se había propuesto,

               cuando era joven, para la ejecución de un gran poema.

                    “Quiero legar algo a las generaciones venideras que éstas no dejen caer fácilmente”, de-

               clara. Ya había anotado unos diez o quince temas, entre ellos uno que escribió sin saber que lo

               hacía de modo profético. Ese tema era Sansón. Él no sabía por entonces que su destino sería

               de algún modoel de Sansón, y que Sansón, así como profetizó a Cristo en el Antiguo Testa-











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