Page 295 - BORGES INTERACTIVO
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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES • ANTONIO DURÁN RUIZ 295
Don Quijote de la Mancha, tenemos que admitir su buen estilo, o, más bien, algo más que un
buen estilo, porque cuando hablamos de buen estilo pensamos en algo meramente verbal.
Me pregunto cómo hizo Cervantes para lograr ese milagro, pero de algún modo lo logró.
Y recuerdo ahora una de las cosas más notables que he leído, algo que me produjo tristeza.
Stevenson dijo: “¿Qué es el personaje de un libro?”. Y respondió: “Después de todo, un per-
sonaje es tan sólo una ristra de palabras”.
Es cierto, y sin embargo, lo consideramos una blasfemia. Porque cuando pensamos,
digamos, en Don Quijote o en Huckleberry Finn o en Peer Gynt o en Lord Jim, sin duda no
pensamos en ristras de palabras. También podríamos decir que nuestros amigos están hechos
de ristras de palabras y, por supuesto, de percepciones visuales. Cuando en la ficción nos en-
contramos con un verdadero personaje, sabemos que ese personaje existe más allá del mun-
do que lo creó. Sabemos que hay cientos de cosas que no conocemos, y que sin embargo
existen. De hecho, hay personajes de ficción que cobran vida en una sola frase. Y tal vez no
sepamos demasiadas cosas sobre ellos, pero, especialmente, lo sabemos todo. Por ejemplo,
ese personaje creado por el gran contemporáneo de Cervantes, Shakespeare: Yorick; el po-
bre Yorick, es creado, diría, en unas pocas líneas. Cobra vida. No volvemos a saber nada de
él, y sin embargo sentimos que lo conocemos. Y tal vez, después de leer Ulises, conocemos
cientos de cosas, cientos de hechos, cientos de circunstancias acerca de Stephen Dedalus y
de Leopold Bloom. Pero no los conocemos como a Don Quijote, de quien sabemos mucho
menos.
Ahora voy al libro mismo. Podemos decir que es un conflicto entre los sueños y la reali-
dad. Esta afirmación es, por supuesto, errónea, ya que no hay causa para que consideremos
que un sueño es menos real que el contenido del diario de hoy o que las cosas registradas en
Universidad Autónoma de Chiapas