Page 307 - BORGES INTERACTIVO
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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES  •  ANTONIO DURÁN RUIZ      307






           Sentimos el aire que se mueve, lo llamamos viento; sentimos que ese viento viene de cierto
           rumbo, del lado del río. Y con todo esto formamos algo tan complejo como un poema de

           Góngora o como una sentencia de Joyce. Volvamos a la frase “el viento que sopla del lado del

           río”. Creamos un sujeto: viento; un verbo: que sopla; en una circunstancia real: del lado del río.

           Todo esto está lejos de la realidad; la realidad es algo más simple. Esa frase aparentemente

           prosaica, deliberadamente prosaica y común elegida por Quiroga es una frase complicada, es

           una estructura.

                Tomemos el  famoso verso  de Carducci  “el silencio  verde de los campos”. Podemos

           pensar que se trata de un error, que Carducci ha cambiado el sitio del epíteto; debió haber

           escrito “el silencio de los verdes campos”. Astuta o retóricamente lo mudó y habló del verde
           silencio de los campos. Vayamos a la percepción de la realidad. ¿Qué es nuestra percepción?

           Sentimos varias cosas a un tiempo. (La palabra cosa es demasiado sustantiva, quizá.) Sentimos

           el campo, la vasta presencia del campo, sentimos el verdor y el silencio. Ya el hecho de que

           haya una palabra para silencio es una creación estética. Porque silencio se aplicó a personas,

           una persona está silenciosa o una campaña está silenciosa. Aplicar “silencio” a la circunstancia

           de que no haya ruido en el campo, ya es una operación estética, que sin duda fue audaz en su

           tiempo. Cuando Carducci dice “el silencio verde de los campos” está diciendo algo que está
           tan cerca y tan lejos de la realidad inmediata como si dijera “el silencio de los verdes campos”.

                Tenemos otro ejemplo famoso de hipálage, aquel insuperado verso de Virgilio Ibant os-

           curi sola sub nocte per umbra, “iban oscuros bajo la solitaria noche por la sombra”. Dejemos el

           per umbram que redondea el verso y tomemos “iban oscuros [Eneas y la Sibila] bajo la solitaria

           noche” (“solitaria” tiene más fuerza en latín porque viene antes de sub). Podríamos pensar que

           se ha cambiado el lugar de las palabras, porque lo natural hubiera sido decir “iban solitarios











                                                                Universidad Autónoma de Chiapas
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