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una ilusión, una necedad, y murió de la manera más triste del mundo, sabiendo que había
estado equivocado.
Ahora llegamos a lo que tal vez sea la escena más grande de ese gran libro: la verdadera
muerte de Alonso Quijano. Tal vez sea una lástima que sepamos tan poco de Alonso Quijano.
Sólo nos es mostrado en una o dos páginas antes de que se vuelva loco. Y sin embargo, tal
vez no sea una lástima, porque sentimos que sus amigos lo abandonaron. Y entonces también
podemos amarlo. Y al final, cuando Alonso Quijano descubre que nunca ha sido Don Quijote,
que Don Quijote es una mera ilusión, y que está por morirse, la tristeza nos arrasa, y también
a Cervantes.
Cualquier otro escritor hubiera cedido a la tentación de escribir un “pasaje florido”. Des-
pués de todo, debemos pensar que Don Quijote había acompañado a Cervantes muchos
años. Y, cuando le llega el momento de morir, Cervantes debe haber sentido que se estaba
despidiendo de un viejo y querido amigo. Y, si hubiera sido peor escritor, o tal vez si hubiera
sentido menos pena por lo que estaba pasando, se hubiera lanzado a una “escritura florida”.
Ahora estoy al borde de la blasfemia, pero creo que cuando Hamlet está por morir, creo
que tendría que haber dicho algo mejor que “el resto es silencio”. Porque eso me impresiona
como escritura florida y bastante falsa. Amo a Shakespeare, lo amo tanto que puedo decir
estas cosas de él y esperar que me perdone. Pero bien, también diré: Hamlet, “el resto es
silencio”... no hay otro que pueda decir eso antes de morir. Después de todo, era un dandy
y le encantaba lucirse.
Pero en el caso de Don Quijote, Cervantes se sintió tan sobrecogido por lo que estaba
ocurriendo que escribió: “El cual entre suspiros y lágrimas de quienes lo rodeaban”, y no re-
cuerdo exactamente las palabras, pero el sentido es “dio el espíritu, quiero decir que se mu-
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