Page 310 - BORGES INTERACTIVO
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Hay personas que sienten escasamente la poesía; generalmente se dedican a enseñarla.
Yo creo sentir la poesía y creo no haberla enseñado; no he enseñado el amor de tal texto, de
tal otro: he enseñado a mis estudiantes a que quieran la literatura, a que vean en la literatura
una forma de felicidad. Soy casi incapaz de pensamiento abstracto, ustedes habrán notado que
estoy continuamente apoyándome en citas y recuerdos. Mejor que hablar abstractamente de
poesía, que es una forma del tedio o de la haraganería, podríamos tomar dos textos en cas-
tellano y examinarlos.
Elijo dos textos muy conocidos porque ya he dicho que mi memoria es falible y prefiero
un texto que ya está, que ya preexiste en la memoria de ustedes. Vamos a considerar aquel fa-
moso soneto de Quevedo, escrito a la memoria de don Pedro Téllez Girón, duque de Osuna.
Lo repetiré lentamente y luego volveremos a él, verso por verso:
Faltar pudo su patria al grande Osuna,
pero no a su defensa sus hazañas;
diéronle muerte y cárcel las Españas,
de quien él hizo esclava la Fortuna.
Lloraron sus invidias una a una
con las proprias naciones las extrañas;
su tumba son de Flandres las campañas,
y su epitafio la sangrienta Luna.
En sus exequias encendió al Vesubio
Parténope y Trinacria al Mongibelo;
el llanto militar creció en diluvio.
Universidad Autónoma de Chiapas