Page 416 - BORGES INTERACTIVO
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dos seres dejan de ser dos para ser uno. Las ataduras caen. Pero Borges ve aquí más que el
placer de la liberación instantánea: ve los mundos a los cuales puede llevarle esa liberación,
la unión con el cosmos, el encuentro. Quizás él no sabía hasta qué punto sus percepciones
eran místicas o, en todo caso, no quería saberlo... o no quería que se supiera. Ese reino era
de él y sólo de él. Quizá podía compartirlo en el amor, pero él temía al amor. El amor significa
franquear las barreras.
Él presentía que iba a estar solo en esa experiencia. Beatriz lo ha traicionado antes de la
experiencia compartida. Quizá Beatriz no ha sido más que el pretexto para llegar a esa expe-
riencia.
La diferencia está en que Borges era un místico sin quererlo. Los místicos buscan el éx-
tasis y a veces lo alcanzan tras sacrificios, ascesis, renuncias. Borges no renunciaba a nada: el
elemento místico estaba en él, funcionaba sin que él lo quisiera, tal vez sin que lo sospechara.
Los estados de esta clase, a los que se puede llegar mediante una droga —el caso de Aldous
Huxley—, se producían naturalmente en él. (No en balde hablaba con tanta indiferencia de la
cocaína.) Lo otro, su parte humana, era bastante deleznable, como en todos. Pues El Aleph es
también el relato de una venganza, mezquina y pueril, como suelen ser las venganzas. Borges
se venga de Carlos Argentino Daneri haciéndole componer unos versos ridículos, viendo el
aleph y diciéndole que no lo ha visto.
Todo el funcionamiento superficial de Borges está en esa mentira. Él no va a confiar su
secreto a nadie; él sabe que, si bien Carlos Argentino ha visto el aleph, ese aleph tiene que ser
limitado, ya que Carlos Argentino lo es. Y también está la venganza por la traición de Beatriz,
muerta al iniciarse el cuento.
Universidad Autónoma de Chiapas