Page 415 - BORGES INTERACTIVO
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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES  •  ANTONIO DURÁN RUIZ      415






           vez desesperado por la posible desaparición del aleph, Carlos Argentino le dice que se lo va a
           mostrar. Para ver el aleph, Borges tiene que acostarse en la oscuridad del sótano y quedar allí

           inmóvil. Así lo hace. En un momento siente terror, se le ocurre que Daneri le ha tendido una

           celada, pero luego divisa un punto luminoso, el aleph, y en él ve nítidamente todos los objetos

           del mundo. Al salir del sótano dice a Daneri que no ha visto nada.

                Ésta era la primera versión de El Aleph. La otra versión, la definitiva, que está en las Obras

           Completas de 1972, es más mansa e indirecta. Borges no niega haber visto el aleph; su res-

           puesta es ambigua. Le quita importancia. Carlos Argentino puede suponer que lo ha visto o

           no. En todo caso, le hace sentir que no tiene el alcance que él le ha dado. Disminuir al aleph,

           o negarlo, es la venganza de Borges. En todo caso, hay aquí algo que se quiere ocultar.
                El Aleph, como he dicho, es el relato de una experiencia mística. Carlos Argentino es la

           primera cubierta, de carácter jocoso, con que Borges quiere distraernos de lo que está más

           allá de él, lo que lo hace actuar como un cuerpo conductor. En un epílogo para El Aleph, in-

           cluido en las Obras Completas, el autor recuerda que el aleph es la primera letra del alfabeto

           hebreo.

                En La muerte y la brújula se van articulando las letras del nombre sagrado, el nombre

           que no debe pronunciarse. Pero en El Aleph Borges se queda en la primera letra. No necesi-
           ta avanzar: esa primera letra lo es todo. Basta aludir a Dios para que Dios esté en nosotros.

           Nombrarlo más nos llevará a la muerte. Nombrarlo apenas es el comienzo del éxtasis.

                Los místicos dan cuenta de experiencias en que se trasciende, por un momento, la carne.

           En El Aleph, en ese sótano de una casa de la calle Brasil, el autor trasciende la carne. Y esto

           significa no ser ya presa de los sentidos, significa ver todas las cosas como debe verlas Dios. Y

           el éxtasis ha de parecerse al estallido del orgasmo, intenso y compartido, ese instante en que











                                                                Universidad Autónoma de Chiapas
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