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máquina de coser, si la extrañeza de su encuentro se hace evidente es sobre el fondo de ese y,
de ese en, de ese sobre, cuya solidez y evidencia garantizan la posibilidad de una yuxtaposición.
Es, desde luego, muy improbable que las hemorroides, las arañas y los amabates vengan a
mezclarse un día bajo los dientes de Eustenes, pero, despues de todo, en esta boca acogedora
y voraz encontrarían buen lugar de habitación y el palacio de su coexistencia.
La monstruosidad que Borges hace circular por su enumeración consiste, por el contra-
rio, en que el espacio común del encuentro se halla el mismo en ruinas. Lo imposible no es la
vecindad de las cosas, es el sitio mismo en el que podrían ser vecinas. Los animales “i] que se
agitan como locos, j] innumerables, fe] dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello”
¿en qué lugar podrían encontrarse, a no ser en la voz inmaterial que pronuncia su enume-
ración, a no ser en la pagina que la transcribe? ¿Dónde podrían yuxtaponerse a no ser en el
no—lugar del lenguaje? Pero este, al desplegarlos, no abre nunca sino un espacio impensable.
La categoría central de los animales “incluidos en esta clasificación” indica lo suficiente, por
la referencia explícita a paradojas conocidas, que jamás se lograra definir entre cada uno de
estos conjuntos y el que los reúne a todos una relación estable de contenido a continente: si
todos los animales repartidos se alojan sin excepción en uno de los casos de la distribución,
¿acaso todos los demás no están en este? Y éste, a su vez, ¿en qué espacio reside? El absurdo
arruina el y de la enumeracion al llenar de imposibilidad el en en el que se repartirían las cosas
enumeradas. Borges no añade ninguna figura al atlas de lo imposible; no hace brotar en parte
alguna el relámpago del encuentro poético; sólo esquiva la más discreta y la más imperiosa
de las necesidades; sustrae el emplazamiento, el suelo mudo donde los seres pueden yuxta-
ponerse. Desaparición que queda enmascarada o, mejor dicho, irrisoriamente indicada por
la serie alfabética de nuestro alfabeto, que sirve supuestamente de hilo conductor (el único
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