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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES  •  ANTONIO DURÁN RUIZ      505






           empíricos que le prescriben sus códigos primarios, instaura una primera distancia con relación
           a ellos, les hace perder su transparencia inicial, cesa de dejarse atravesar pasivamente por

           ellos, se desprende de sus poderes inmediatos e invisibles, se libera lo suficiente para darse

           cuenta de que estos ordenes no son los únicos posibles ni los mejores; de tal suerte que se

           encuentra ante el hecho en bruto de que hay, por debajo de sus órdenes espontáneos, cosas

           que en sí mismas son ordenables, que pertenecen a cierto orden mudo, en suma, que hay

           un orden. Es como si la cultura, librándose por una parte de sus rejas lingüísticas, perceptivas,

           prácticas, les aplicara una segunda reja que las neutraliza, que, al duplicarlas, las hace aparecer

           a la vez que las excluye, encontrándose así ante el ser en bruto del orden. En nombre de este

           orden se critican y se invalidan parcialmente los códigos del lenguaje, de la percepción, de la
           práctica. En el fondo de este orden, considerado como suelo positivo, lucharan las teorías ge-

           nerales del ordenamiento de las cosas y las interpretaciones que sugiere. Así, entre la mirada

           ya codificada y el conocimiento reflexivo, existe una región media que entrega el orden en su

           ser mismo: es allí donde aparece, según las culturas y según las épocas, continuo y graduado

           o cortado y discontinuo, ligado al espacio o constituido en cada momento por el empuje del

           tiempo, manifiesto en una tabla de variantes o definido por sistemas separados de coheren-

           cias, compuesto de semejanzas que se siguen más y más cerca o se corresponden especular-
           mente, organizado en torno a diferencias que se cruzan, etc. Tanto que esta región “media”,

           en la medida en que manifiesta los modos de ser del orden, puede considerarse como la más

           fundamental: anterior a las palabras, a las percepciones y a los gestos que, según se dice, la

           traducen con mayor o menor exactitud o felicidad (por ello, esta experiencia del orden, en su

           ser macizo y primero, desempeña siempre un papel crítico); más sólida, más arcaica, menos

           dudosa, siempre más “verdadera” que las teorías que intentan darle una forma explícita, una











                                                                Universidad Autónoma de Chiapas
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