Page 84 - BORGES INTERACTIVO
P. 84
84 BORGES INTERACTIVO
Desde ese instante, sentí a mi alrededor y en mi oscuro cuerpo una invisible, intangible
pululación. No la pululación de los divergentes, paralelos y finalmente coalescentes ejércitos,
sino una agitación más inaccesible, más íntima y que ellos de algún modo prefiguraban. Ste-
phen Albert prosiguió:
—No creo que su ilustre antepasado jugara ociosamente a las variaciones. No juzgo
verosímil que sacrificara trece años a la infinita ejecución de un experimento retórico. En su
país, la novela es un género subalterno; en aquel tiempo era un género despreciable. Ts’ui Pên
fue un novelista genial, pero también fue un hombre de letras que sin duda no se consideró
un mero novelista. El testimonio de sus contemporáneos proclama —y harto lo confirma
su vida— sus aficiones metafísicas, místicas. La controversia filosófica usurpa buena parte de
su novela. Sé que de todos los problemas, ninguno lo inquietó y lo trabajó como el abismal
problema del tiempo. Ahora bien, ése es el único problema que no figura en las páginas del
Jardín. Ni siquiera usa la palabra que quiere decir tiempo. ¿Cómo se explica usted esa volun-
taria omisión?
Propuse varias soluciones; todas, insuficientes. Las discutimos; al fin, Stephen Albert me
dijo:
—En una adivinanza cuyo tema es el ajedrez ¿cuál es la única palabra prohibida?
Reflexioné un momento y repuse:
—La palabra ajedrez.
—Precisamente —dijo Albert—, El jardín de los senderos que se bifurcan es una enorme
adivinanza, o parábola, cuyo tema es el tiempo; esa causa recóndita le prohíbe la mención de
su nombre. Omitir siempre una palabra, recurrir a metáforas ineptas y a perífrasis evidentes,
es quizá el modo más enfático de indicarla. Es el modo tortuoso que prefirió, en cada uno de
Universidad Autónoma de Chiapas