Page 85 - BORGES INTERACTIVO
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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES  •  ANTONIO DURÁN RUIZ       85






           los meandros de su infatigable novela, el oblicuo Ts’ui Pên. He confrontado centenares de ma-
           nuscritos, he corregido los errores que la negligencia de los copistas ha introducido, he con-

           jeturado el plan de ese caos, he restablecido, he creído restablecer, el orden primordial, he

           traducido la obra entera: me consta que no emplea una sola vez la palabra tiempo. La explica-

           ción es obvia: El jardín de los senderos que se bifurcan es una imagen incompleta, pero no falsa,

           del universo tal como lo concebía Ts’ui Pên. A diferencia de Newton y de Schopenhauer, su

           antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en

           una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama

           de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca

           todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted
           y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos. En éste, que un favorable azar me depara,

           usted ha llegado a mi casa; en otro, usted, al atravesar el jardín, me ha encontrado muerto; en

           otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy un error, un fantasma.

                —En todos —articulé no sin un temblor— yo agradezco y venero su recreación del jar-

           dín de Ts’ui Pên.

                —No en todos —murmuró con una sonrisa—. El tiempo se bifurca perpetuamente ha-

           cia innumerables futuros. En uno de ellos soy su enemigo.
                   Volví a sentir esa pululación de que hablé. Me pareció que el húmedo jardín que rodea-

           ba la casa estaba saturado hasta lo infinito de invisibles personas. Esas personas eran Albert y

           yo, secretos, atareados y multiformes en otras dimensiones de tiempo. Alcé los ojos y la tenue

           pesadilla se disipó. En el amarillo y negro jardín había un solo hombre; pero ese hombre era

           fuerte como una estatua, pero ese hombre avanzaba por el sendero y era el capitán Richard

           Madden.











                                                                Universidad Autónoma de Chiapas
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