Page 116 - BORGES INTERACTIVO
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               piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo
               confundirme con el vulgo; aunque mi modestia lo quiera.

                    El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros

               hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las

               enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo gran-

               de; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha

               consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro porque las noches y los días son

               largos.

                    Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por

               las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a
               la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer,

               hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados

               y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del

               día cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión.

               Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora

               volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te

               gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano
               se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.

                    No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes

               de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un

               abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes.

               La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar

               patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el tem-











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