Page 117 - BORGES INTERACTIVO
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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES • ANTONIO DURÁN RUIZ 117
plo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que
también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce
veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado
Sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el Sol y la enorme casa, pero ya no me
acuerdo.
Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal.
Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos.
La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos.
Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro
quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que, alguna vez
llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi reden-
tor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo
percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo
será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara
de hombre? ¿O será como yo?
El Sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de
sangre.
—¿Lo creerás, Ariadna? —dijo Teseo—. El minotauro apenas se defendió.
A Marta Mosquera Eastman
Intérnate en el laberinto borgeano
Universidad Autónoma de Chiapas