Page 121 - BORGES INTERACTIVO
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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES  •  ANTONIO DURÁN RUIZ      121





















                EL ALEPH

                                                                             O God, I could be bounded in a nutshell
                                                                              and count myself a King of infinite space.
                                                                                                   Hamlet, II, 2

                                                                                   But they will teach us that Eternity
                                                                              is the Standing still of the Present Time,
                                                                                a Nunc—stans (as the Schools call it);
                                                                          which neither they, nor any else understand,
                                                                    no more than they would a Hic—stans for an Infinite
                                                                                               greatness of Place.
                                                                                                 Leviathan, IV, 46


           La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa

           agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carte-

           leras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios;

           el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y

           que ese cambio era el primero de una serie infinita. Cambiará el universo pero yo no, pensé
           con melancólica vanidad; alguna vez, lo sé, mi vana devoción la había exasperado; muerta yo

           podía consagrarme a su memoria, sin esperanza, pero también sin humillación. Consideré que

           el treinta de abril era su cumpleaños; visitar ese día la casa de la calle Garay para saludar a su

           padre y a Carlos Argentino Daneri, su primo hermano, era un acto cortés, irreprochable, tal

           vez ineludible. De nuevo aguardaría en el crepúsculo de la abarrotada salita, de nuevo estu-










                                                                Universidad Autónoma de Chiapas
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