Page 172 - BORGES INTERACTIVO
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               las lanzas agudas ni tuvo heridas en el apretado combate: y muchos tales riesgos hay en la guara,
               porque Ares se enloquece confusamente. La de Cowper, de 1791: Al fin, luego que saqueamos

               la levantada villa de Príamo, cargado de abundantes despojos seguro se embarcó, ni de lanza

               o venablo en nada ofendido, ni en la refriega por el filo de los alfanjes, como en la guerra suele

               acontecer, donde son repartidas las heridas promiscuamente, según la voluntad del fogoso Mar-

               te. La que en 1725 dirigió Pope: Cuando los dioses coronaron de conquista las armas, cuando

               los soberbios muros de Troya humearon por tierra, Grecia, para recompensar las gallardas fallas

               de su soldado, colmó su armada de incontables despojos. Así, grande de gloria, volvió seguro del

               estruendo marcial, sin una cicatriz hostil, y aunque las lanzas arreciaron en torno en tormentas

               de hierro, su vano juego fue inocente de heridas. La de George Chapman, de 1614: Despoblada
               Troya la alta, ascendió a su hermoso navío, con grande acopio de presa y de tesoro, seguro y sin

               llevar ni un rastro de lanza que se arroja de lejos o de apretada espada, cuyas heridas son favores

               que concede la guerra, que él (aunque solicitado) no halló. En las apretadas batallas, Marte no

               suele contender: se enloquece. La de Butler, que es de 1900: Una vez ocupada la ciudad, él

               pudo cobrar y embarcar su parte de los beneficios habidos, que era una fuerte suma. Salió sin un

               rasguño de toda esa peligrosa campaña. Ya se sabe: todo está en tener suerte.

                    Las dos versiones del principio —las literales— pueden conmover por una variedad de
               motivos: la mención reverencial del saqueo, la ingenua aclaración de que uno suele lastimarse

               en la guerra, la súbita juntura de los infinitos desórdenes de la batalla en un solo dios, el hecho

               de la locura en el dios. Otros agrados subalternos obran también: en uno de los textos que co-

               pio, el buen pleonasmo de embarcarse en un barco; en otro, el uso de la conjunción copulativa

               por la causal, en y muchos tales riesgos hay en la guerra. La tercer versión —la de Cowper— es

               la más inocua de todas: es literal, hasta donde los deberes del acento miltónico lo permiten.











                             Universidad Autónoma de Chiapas
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