Page 301 - BORGES INTERACTIVO
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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES • ANTONIO DURÁN RUIZ 301
conozcamos profundamente al personaje. Es por eso que libros como La ruta de Don Quijo-
te, de Azorín, o la Vida de Don Quijote y Sancho, de Unamuno, nos parecen de algún modo
innecesarios. Porque toman las aventuras o la geografía de las historias demasiado en serio.
Mientras que nosotros realmente creemos en Don Quijote y sabemos que el autor inventó
las aventuras para que nosotros pudiéramos conocerlo mejor.
Y no sé si esto no es cierto con respecto a toda la literatura. No sé si podemos encontrar
un solo libro, un buen libro, del que aceptemos el argumento aunque no aceptemos a los per-
sonajes. Creo que eso no ocurre nunca, creo que para aceptar un libro tenemos que aceptar
a su personaje central. Y podemos pensar que estamos interesados en las aventuras, pero en
realidad estamos más interesados en el héroe. Por ejemplo, aun en el caso de otro gran amigo
nuestro —y le pido disculpas a él y ustedes por no haberlo mencionado—, Mr. Sherlock Hol-
mes, no sé si creemos verdaderamente en El perro de los Baskerville. No lo creo, al menos
yo creo en Sherlock Holmes, creo en el Dr. Watson, creo en esa amistad.
Y lo mismo ocurre con Don Quijote. Por ejemplo, cuando cuenta las extrañas cosas que
vio en la cueva de Montesinos. Y sin embargo, yo siento que él es un personaje muy real.
Las historias no tienen nada especial, no se ve ninguna ansiedad especial en la urdimbre que
las une, pero son, en cierto sentido, como espejos, como espejos en los que podemos ver a
Don Quijote. Y sin embargo, al final, cuando él vuelve, cuando vuelve a su pueblo natal para
morir, sentimos lástima de él porque tenemos que creer en esa aventura. El siempre había
sido un hombre valiente. Fue un hombre valiente cuando le dijo estas palabras al caballero
enmascarado que lo derribó: “Dulcinea del Toboso es la dama más bella del mundo, y yo el
más miserable de los caballeros”. Y sin embargo, al final, descubrió que toda su vida había sido
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