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LOS BOVINOS CRIOLLOS DE MÉXICO.
72 HISTORIA, CARACTERIZACIÓN Y PERSPECTIVAS
porque se pueden detectar temperaturas, texturas, formas y detalles, y en la mesa del Marqués
los comensales son muy poco solemnes, y más bien grotescos y ruidosos (Curiel, 2011: 91).
Es el propio Hernán Cortés quien, transformado ahora en administrador y recordando su
experiencia antillana, se ocupa del progreso de la ganadería y la agricultura, y pide que sean en-
viados plantas y animales desde La Española, y en 1524 hace obligatorio el cultivo de la vid, el
trigo y las frutas y legumbres de Europa; también se traza la ciudad y se reemplaza el templo de
Huitzilopochtli por una catedral (Bernand y Gruzinski, 1996: 303).
Sin embargo, la vida no es color de rosa para todos, que habitan una ciudad que permanece
vacía durante varios meses tras la rendición de los indígenas, los que son ahora la mano de obra para
la reconstrucción, pues el centro de México-Tenochtitlan fue repartido entre los conquistadores.
Aparecen en esos primeros años las epidemias, y muchos de estos conquistadores de Mé-
xico-Tenochtitlan enferman de sífilis y mueren, después que miles de indígenas sufrieron la misma
suerte con la viruela. Más de la mitad de los europeos abandonaron la Nueva España hacia 1534,
al tiempo que una nueva oleada de colonos que no participaron en las guerras de conquista llega a
estas tierras, y entre ellos ya no vienen soldados, sino artesanos, músicos, funcionarios de la Coro-
na, mercaderes y religiosos, y se conforma una primera sociedad colonial plena de rencores, celos
y amarguras entre los antiguos conquistadores y los nuevos pobladores a quienes aquellos tachan
de oportunistas, de modo que “la primera sociedad colonial es una arena pulverizada en facciones
y en clanes” (Bernand y Gruzinski, 1996: 290). Esta situación producía en los conquistadores un
estado de tensión y privaciones que probablemente les incitó a continuar explorando el país.
A partir de 1523, la llegada de los religiosos dio un nuevo impulso a la colonización de Mé-
xico —así llamó Cortés a la ciudad conquistada— a través de las actividades agropecuarias, e hi-
cieron sus propias solicitudes para que llegaran granjeros al país y se importaran plantas y animales
europeos, y además se enseñaran artes y oficios a la población local, entre ellos la talabartería,
denotando ya la existencia de una producción ganadera y de una transformación de los productos
como el cuero. Tal como había sucedido en las Antillas, el número de ganado bovino se incre-
mentó con rapidez en la Nueva España, en tal cantidad que invadió cultivos y poblados, motivo
por el cual los virreyes obligaron a los ganaderos a construir cercos y a matar el ganado disperso;
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