Page 167 - Fútbol y globalización
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COHESIÓN, LEALTAD Y VIOLENCIA: LECCIONES
                                                                DE UNA BARRA FUTBOLÍSTICA DE VERACRUZ            167





           el gentío de la tarde. Hay quien pide llamar a la policía en medio del desconcierto de gritos, co-
           rretizas y peleas cuerpo a cuerpo.
                Una cuadra adelante, en la esquina, el mayor de nuestros barristas escurre sangre de la
           cabeza mientras se recarga sobre la pared, visiblemente aturdido, y es rodeado por curiosos des-
           concertados ante la escena; ya lo acompañan barristas que también entraron al tope detrás del

           herido pero que han salido ilesos. El agredido persiguió al oponente, o a esa masa que compone
           la barra rival, y no se dio cuenta de que fue cercado. Tampoco vio que casi nadie se abalanzó junto
           con él al enfrentamiento en un primer momento; lo harían después y por ello los rivales habrían
           huido. Los reclamos de quienes sí han ido a la pelea afloran en un ambiente de nervios, la violen-

           cia activa se experimenta como una descarga de nerviosismo y adrenalina, de preocupación, ello
           incluye gritos, reclamos e insultos a los propios. Todo ha durado menos de cinco minutos, pero
           su impronta será de mayor duración para los miembros de la barra y para quienes nos hemos
           sumado al viaje en esta ocasión.
                El confuso ambiente de nervios, coraje y víctimas visibles solo alcanza para que los barristas
           que van llegando con retraso a la escena pregunten sobre lo sucedido. El herido conserva la cal-

           ma a pesar del estado crítico. Aun en esas circunstancias el golpeado no se queja del dolor ni de
           la falta de apoyo, no se escandaliza por la situación propia, aunque sea visiblemente penosa, se
           acepta el viacrucis con un honor que frasea: “no pasó nada”. Los niños, adolescentes y las jóvenes
           se muestran afectados con la escena, la cual de pronto toma forma de una cruda pedagogía del

           hacerse y ser barra; los menores pueden aprender que “estas cosas pasan”. Ante el susto eviden-
           te, hay quien le pide a un menor que no se espante, y que entienda que fue injusto y disparejo lo
           que le pasó a nuestro barrista.
                El descalabrado se inclina hacia su costado izquierdo por el dolor de posible fractura de un
           par de costillas. Entre los daños se suma que le han quebrado el reloj a patadas y robado su car-
           tera con dinero y credenciales (presume, aunque no asegura, que esto último lo llevó a cabo una

           barrista rival) durante el momento más crítico al que estuvo expuesto; luce además raspones y
           golpes varios… Porque se le ocurrió protegerse debajo de una camioneta para no seguir siendo
           atacado es que se libró de algo peor, reseña.
                Los agresores, perseguidos ya por algunos azkoz, se diluyen veloces, mientras los locales

           nos reagrupamos. La Marina Armada de México, uno de los cuerpos encargados de la seguridad
           pública en las inmediaciones del estadio, aunque ha asistido a la escena solo escuchan la queja de
           los atacados; solo recomiendan dirigirse a levantar una demanda ante las autoridades correspon-






                                                                Universidad Autónoma de Chiapas
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