Page 169 - Fútbol y globalización
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COHESIÓN, LEALTAD Y VIOLENCIA: LECCIONES
                                                                DE UNA BARRA FUTBOLÍSTICA DE VERACRUZ            169






                La flexibilidad o agregación-desagregación del grupo se ha dado únicamente en las inmediacio-
           nes del estadio, después que pasó la pelea, sobre las calles aledañas al estadio; estas equivalen al te-
           rritorio de la barra fuera del lugar de origen, allí se mueven con la ligereza que da el conocer y saber
           usar el lugar (se sabe que en tal esquina está la tienda de conveniencia, que en tal negocio se puede
           entrar a orinar o que tal punto es de reunión al final del juego). Es el uso repetido de esas calles lo

           que permite que los miembros de la barra se individualicen o bien que se desagreguen en díadas,
           tríos o cuadrillas. La relación proxémica por parte de la barra con el espacio tiene lugar también
           en esa presencia, fuera y dentro del estadio, adonde es asignada la zona que la barra debe ocupar.
           Hay una sensación de propiedad por la familiaridad que los barristas locales tienen con la zona del
           estadio que les asigna la directiva. Lo cual es contradictorio porque parecería que se trata de una

           casa propia que recibe visitas indeseables (las barras contrarias, las que no apoyan al Tiburón).
                Por otro lado, es visible una especie de instinto en la manifestación de la pelea, un aire de
           violencia anticipado —si bien Varela (2011) la ubicaría en el marco del comportamiento ideal del
           “aguante”—; algo que se prevé pero que no se programa; no se prepara el cómo, solo el deber,

           por solidaridad activa de sumarse a la pelea ante un “enemigo” desconocido, que es tal por la ra-
           zón central de ser de otra barra, en este caso, por haber atacado primero y en ventaja puesto que
           apedrearon a aficionados dentro un camión que los inmovilizaba para hacerles frente. Pero más
           allá de la lealtad, la pelea al no ser algo organizado, sino que “apareció” de modo “espontáneo”,

           evidenció fallas de comunicación entre la barra, centralmente entre los concernidos en la efecti-
           vización de los valores de la misma, pues no se generalizó la intervención barrista en el conflicto,
           no ocurrió la solidaridad activa, dada como pelea cuerpo a cuerpo.
                En el caso de no haber sido primeramente agredidos, ¿se habría sido el agresor inicial de
           haber estado apeados los barristas locales? La barra, podemos verlo en literatura sobre el tema,

           se ha interpretado como una forma de violencia que tiene lugar en la vida social, en grupos de
           la sociedad, que se anuda con solidaridad que concede también identidad colectiva —véase el
           estado del arte de los estudios que relacionan fútbol y violencia realizado por Alabarces (2010),
           Alonso (2014) y de Elias y Dunning (2014)—. En todo caso, el barrista sabe que pelear es parte

           esencial de ser tal, que le será reclamado en pos de la pertenencia; y ello es quizá un atractivo
           sustancial para quien se integra a la barra, además de ser parte del ethos del “aguante”, como
           señala Varela (2011). La cuota de violencia física aparece así como condición atada a la identidad
           a la que se pertenece; la barra sabe que puede haber pelea; la pelea es muestra obligada de la








                                                                Universidad Autónoma de Chiapas
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